Behold, what manner of love the Father hath bestowed upon us, that we should be called the sons of God: therefore the world knoweth us not, because it knew him not.
Los filisteos presentaron batalla a Israel. Los israelitas huyeron, y muchos cayeron muertos en el cerro Gelboé.
Los filisteos persiguieron a Saúl y a sus hijos y dieron muerte a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.
Saúl soportaba todo el peso del combate. Habiéndolo descubierto los arqueros, le dispararon, dejándolo herido.
Saúl dijo entonces a su escudero: «Saca tu espada y traspásame, no sea que lleguen esos infieles a burlarse de mí.» Pero el escudero no se atrevió a hacerlo, pues estaba temblando de miedo. Entonces Saúl se arrojó sobre su espada.
Viendo que Saúl había muerto, su escudero se arrojó también sobre su espada, y murió junto a él.
Así murieron juntos aquel día Saúl, sus tres hijos y el que llevaba su escudo.
Los israelitas que vivían en la parte alta del valle y al otro lado del Jordán vieron huir a las tropas de Israel. Cuando supieron que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus pueblos y huyeron y los filisteos subieron a ocuparlos.
Al otro día bajaron los filisteos para despojar a los muertos. Encontraron a Saúl muerto junto a sus tres hijos en el monte Gelboé. Le cortaron la cabeza y lo despojaron de sus armas.
Luego llevaron la noticia al país de los filisteos, publicando esta buena nueva en los templos de sus ídolos y por todos los lugares poblados.
Colocaron las armas de Saúl en el templo de Astarté y colgaron su cuerpo en el muro de Betsán.
Los habitantes de Jabés de Galaad supieron lo que los filisteos habían hecho con Saúl.
Entonces se juntaron todos los más valientes y después de marchar toda la noche tomaron el cadáver de Saúl y los de sus hijos de las murallas de Betsán.
Los transportaron a Jabés y allí los quemaron. Recogieron sus huesos y los sepultaron bajo el terebinto de Jabés, y ayunaron siete días.