Cuando, al tercer dÃa, David y sus hombres llegaron a Siquelag, los amalecitas habÃan pasado por allà recorriendo el paÃs de Negueb. HabÃan entrado en Siquelag y la habÃan incendiado,
llevándose las mujeres y toda la población. No habÃan matado a nadie, sino que los habÃan llevado cautivos.
Cuando David y sus hombres llegaron a la ciudad, vieron que habÃa sido incendiada y que habÃan desaparecido sus mujeres y sus hijos.
Entonces se pusieron a llorar a gritos hasta quedar rendidos.
El los guió. Los encontraron dispersos por el campo, comiendo, bebiendo y celebrando una fiesta, porque era muy grande el botÃn que habÃan obtenido en tierra de los filisteos y en tierra de Judá.
David los atacó desde la mañana hasta la noche. No escapó ninguno, salvo cuatrocientos jóvenes que huyeron en sus camellos.
Recuperaron todo lo que se habÃan llevado los amalecitas,
Nadie puede darles la razón a ustedes, en este caso. En la repartición tendrán igual parte los que combaten y los que cuidan el equipaje. Compartirán juntos.»
Y desde aquel dÃa, esto se convirtió en ley y es una norma para Israel hasta el dÃa de hoy.