David contestó: «El rey me ha dado una orden y me ha dicho: Que nadie conozca la misión que te confÃo y la orden que te he dado. Por eso he dado cita a mis hombres en tal lugar.
Ahora, si tienes cinco panes o lo que encuentres, dámelos.»
El sacerdote le contestó: «No tengo a mano pan ordinario. El único que hay es pan consagrado, con tal que tus hombres no hayan tenido relaciones con mujeres.»
David le respondió: «De hecho nos hemos abstenido desde el momento en que salimos. Los jóvenes permanecieron puros en cuanto al sexo a pesar de que es una expedición ordinaria. Ahora están puros.»
Estaba aquel dÃa en ese lugar uno de los servidores de Saúl. Era un edomita llamado Doeg, el más importante entre los pastores que dependÃan de Saúl.
Dijo David a Ajimelec: «¿No tienes a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he alcanzado a tomar mi espada ni mis armas, pues la orden del rey era urgente.»
David comprendió estas palabras y temió mucho a Aquis.
Entonces David les hizo creer que habÃa perdido la razón y se portaba como un loco: hacÃa como que tocaba el tambor en las puertas y dejaba que le corriera la saliva por la barba.