Cuando alguien ofrecÃa un sacrificio, y mientras se estaba cociendo la carne, venÃa el mozo del sacerdote con un tenedor de tres dientes en la mano,
lo metÃa en el caldero o la olla, en la cacerola o la marmita, y todo lo que salÃa en el tenedor lo tomaba para sà el sacerdote;
asà hacÃan con todos los israelitas que venÃan a Silo. Incluso antes de que se hubiera quemado la grasa, el sirviente del sacerdote venÃa y decÃa al que sacrificaba: «Dame la carne para asársela a su gusto al sacerdote, ya que no aceptará carne cocida, sino solamente carne cruda.»
Helà era ya muy anciano y supo todo lo que sus hijos hacÃan con la gente del pueblo y cómo dormÃan con las mujeres que velaban ante la Tienda de las Citas.
y escogà a tu familia entre todas las tribus de Israel, para que fuesen sacerdotes, subieran a mi altar, quemaran perfume y vistieran el efod en mi presencia, y concedà a la familia de tu padre que viviera de los sacrificios de los israelitas.
Entonces los que queden de tu familia vendrán a humillarse ante este sacerdote para conseguir alguna moneda de plata o un trozo de pan, y dirán: Te pido que me admitas a cualquier función sacerdotal, para poder asà tener un pedazo de pan.»