Si es más fuerte que yo y me mata, nosotros seremos sus esclavos, pero si yo soy más fuerte y lo mato, entonces ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán.»
Tanto Israel como los filisteos habÃan formado sus filas y estaban frente a frente.
David, al ver esto, dejó las cosas al cuidado del guarda de equipajes, corrió a las filas y fue a saludar a sus hermanos.
Mientras estaba conversando con ellos salió Goliat, el filisteo de Gat, a lanzar su desafÃo.
Los israelitas, apenas lo vieron, empezaron a retroceder, llenos de miedo.
Uno de ellos comentaba: «Si alguien mata a ese hombre que asà insulta a Israel, el rey lo colmará de riquezas, le dará a su hija por esposa y dará tÃtulos a la familia de su padre.»
Tomó, en cambio, su bastón, escogió en el rÃo cinco piedras lisas y las colocó en su bolsa de pastor. Luego avanzó hacia el filisteo con la honda en la mano.
El filisteo se acercó más y más a David, precedido por el que llevaba su escudo,
y cuando lo vio lo despreció porque era un jovencito.
Y le dijo: «¿Crees que soy un perro para que vengas a amenazarme con un palo?
¡Que mis dioses te maldigan! ¡Ven a atacarme para poder asà tirar tu cuerpo a las aves de rapiña y a las fieras salvajes!»
David, entonces, corrió y se puso de pie encima de su cuerpo, tomó su espada y lo remató cortándole la cabeza. Los filisteos, al ver muerto a su campeón, huyeron.
AsÃ, pues, sin otra arma que su honda y una piedra, David derrotó al filisteo y le quitó la vida.
Los hombres de Israel y de Judá se pusieron en movimiento y, lanzando el grito de guerra, persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Acarón. Y los cadáveres de los filisteos quedaron esparcidos por todo el camino, desde Saarayim hasta Gat y Acarón.