Subió Jonatán, ayudándose de pies y manos, y su escudero lo seguÃa. CaÃan los filisteos ante Jonatán, y los remataba su escudero, que lo iba siguiendo.
Este fue el primer destrozo en que Jonatán y su escudero mataron como unos veinte hombres en un espacio como de la mitad de un surco.
Pero, mientras Saúl hablaba al sacerdote, la confusión en el campamento filisteo se iba haciendo cada vez mayor;
por eso Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano.» Saúl reunió a toda su tropa y se dirigieron al campo de batalla; allà vieron que la confusión era total y que unos y otros se herÃan con sus espadas.
Además, los hebreos que antes estaban al servicio de los filisteos y que habÃan subido con ellos al campamento, se incorporaron a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.
Todos los israelitas que se habÃan escondido en la montaña de EfraÃm, al saber que los filisteos huÃan, los persiguieron.
Pero Saúl habÃa hecho este juramento ante el pueblo (lo que fue un gran error de Saúl): «Maldito sea el hombre que coma algo antes de la noche, antes que me haya vengado de mis enemigos.» Y nadie del pueblo habÃa comido, sino que todos ayunaban.
Toda la gente habÃa entrado en un bosque donde habÃa miel,
pero a pesar de que la vieron corriendo en el suelo, nadie se atrevió a tomarla, ya que temÃan el juramento del rey.
Jonatán, que no habÃa oÃdo el juramento que su padre pronunció ante el pueblo, alargó la punta del bastón que tenÃa en la mano, la mojó en un panal de miel y se la llevó a la boca; sus ojos brillaban al recobrar el vigor.
Uno de los que estaban ahà le dijo: «Tu padre dijo al pueblo, obligándolo con juramento: Maldito el hombre que hoy coma algo.»
Jonatán respondió: «Mi padre lo ha echado a perder todo con ese juramento. Ustedes ven cómo mis ojos recobran el brillo por haber probado ese poco de miel.
Entonces, si la gente hubiera comido hoy de lo que encontró en el botÃn de sus enemigos, ¿no hubiera sido mayor la derrota de los filisteos?»
Sin embargo, fueron acuchillando a los filisteos desde Micmas hasta Ayalón.
El pueblo, muy fatigado, se entregó al saqueo; tomaron ovejas, bueyes y terneros, los degollaron sobre el suelo y comieron encima de la sangre.
Dijo a todo Israel: «Pónganse a un lado, y mi hijo Jonatán conmigo nos pondremos al otro.» El pueblo le contestó: «Haz lo que mejor te parezca.»
Cuando Saúl se sintió seguro en el trono de Israel, comenzó a combatir con todos los enemigos que tenÃa a la redonda: con Moab, los amonitas, Edom, Bet-Rejob, los reyes de Sobá y los filisteos; y en cualquier parte que peleaba resultaba vencedor.
Hizo grandes hazañas, venció a los amalecitas y libró a Israel de los que lo saqueaban.
Los hijos de Saúl fueron: Jonatán, Isvà y Melquisuá. Sus hijas eran: Merob, la mayor, y Micol, la menor.