Samuel dijo al pueblo: «Los he atendido en todo lo que me han pedido, y les he dado un rey. 2Desde ahora en adelante tienen un rey para dirigirlos. Lo que es yo, ya soy viejo, estoy lleno de canas y tengo a mis hijos que me reemplacen junto a ustedes. Los he guiado desde mi juventud hasta el día de hoy.
Ahora, mientras ustedes me tienen aquí, digan en presencia de Yavé y de su rey: ¿A quién le he llevado su buey o su burro? ¿A quién he engañado o maltratado? ¿Quién me ha sobornado con dinero? Que lo digan y lo devolveré.»
Respondieron: «Nunca le hiciste mal a nadie.»
Entonces Samuel dijo: «Yavé y el rey son ahora testigos de que ustedes no encontraron en mí culpa alguna.» Y ellos contestaron: «Efectivamente, es como tú dices.»
Entonces Samuel dijo al pueblo: «Sí; testigo es Yavé, que estableció a Moisés y a Aarón y que sacó a nuestros padres de la tierra de Egipto.
Preséntense ahora para que yo les pida cuentas en nombre de Yavé por todas las misericordias que él les hizo a ustedes y a sus padres.
Acuérdense cómo Jacob entró en Egipto y cómo clamaron a Yavé los padres de ustedes cuando fueron oprimidos. Entonces envió a Moisés y a Aarón, que sacaron a sus padres de Egipto y lo pusieron en este lugar.
Pero ellos se olvidaron de Yavé, su Dios, por lo que les entregó en manos de Sísara, jefe del ejército de Jasor, y en manos de los filisteos y del rey de Moab, que les hicieron la guerra.
Pero después clamaron a Yavé y reconocieron: Hemos pecado, porque te abandonamos a ti, Señor, y servimos a los baales y a las astartés. Pero ahora, líbranos de las manos de nuestros enemigos y te serviremos.
Entonces Yavé envió a Jerubaal, a Barac, a Jefté y a Samuel y los libró del cerco de sus enemigos y vivieron seguros.
Pero, cuando vieron que Najás, rey de los amonitas, los atacaba, me dijeron: ¡No!, que reine un rey sobre nosotros, a pesar de que Yavé, su Dios, era rey de ustedes.
Aquí tienen a su rey. Ya ven cómo el Señor les ha dado el rey que ustedes escogieron y pidieron. ¡Ojalá teman a Yavé, lo sirvan y escuchen su voz, y no se rebelen contra sus órdenes!
¡Ojalá que ustedes y el rey que reine sobre ustedes lo sigan!
Porque si no escuchan su voz y se rebelan contra sus órdenes, entonces la mano de Yavé pesará sobre ustedes y sobre su rey.
No se vayan todavía, para que vean este gran prodigio que Yavé va a realizar delante de sus ojos. ¿No es ahora la cosecha del trigo?
Pues bien, voy a invocar a Yavé para que haga tronar y llover. Reconocerán entonces y verán el gran mal que han hecho a sus ojos al pedir un rey.»
Invocó Samuel a Yavé, que hizo tronar y llover ese mismo día, y todo el pueblo tuvo gran temor a Yavé y a Samuel.
Todo el pueblo dijo a Samuel: «Ruega a Yavé, tu Dios, por nosotros, para que no muramos; porque a todos los demás pecados nuestros hemos añadido esta maldad de pedir un rey.»
Pero Samuel les contestó: «No teman. Es cierto que han hecho esa maldad. Pero ahora, no se alejen de Yavé y sírvanlo con todo su corazón,
no se aparten para seguir estos ídolos que no sirven ni salvan porque nada son.
Porque Yavé no rechazará a su pueblo en atención a su gran Nombre, ya que se ha dignado hacer de ustedes su pueblo.
Por mi parte, ¿cómo cometería este pecado de no interceder por ustedes ante Yavé o de no enseñarles el camino bueno y recto?
Teman sólo a Yavé y sírvanlo con todo su corazón, pues han visto las maravillas que ha realizado en medio de ustedes. Pero, si se portan mal, perecerán ustedes y su rey.»