Ella replicó: «¡Ojalá me haga merecedora de tanta bondad como la que me has demostrado con tus palabras amables y tranquilizadoras, en circunstancias en que yo no me equiparo ni a la última de tus esclavas!»
A la hora del almuerzo, Booz la invitó a acercarse y a que comiera un pedazo de pan empapándolo en salsa.
Rut estuvo todo el dÃa espigando y, luego de desgranarlas, vio que habÃa juntado más o menos un quintal de cebada.
Regresó a la ciudad con la cebada a cuestas y, cuando llegó a su casa, mostró a su suegra lo que habÃa recogido y le entregó lo que habÃa guardado para ella del almuerzo.
Su suegra le preguntó: «¿Por dónde anduviste recogiendo espigas, ya que te fue tan bien?» Como ella le contase dónde habÃa estado trabajando, su suegra prosiguió:
Rut continuó, pues, recogiendo espigas al lado de los trabajadores de Booz hasta que terminó la siega de la cebada y del trigo. Por lo demás, no se separó de su suegra.