Entonces vino uno de los siete ángeles de las siete copas y me dijo: «Ven, que te voy a mostrar el juicio de la famosa prostituta que se sienta al borde de las grandes aguas;
con ella pecaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se emborracharon con el vino de su idolatrÃa.»
El ángel me llevó en espÃritu al desierto: era una nueva visión. HabÃa allà una mujer sentada sobre una bestia de color rojo, que tenÃa siete cabezas y diez cuernos. Esta bestia estaba cubierta de tÃtulos y frases que ofendÃan a Dios.
La mujer vestÃa ropas de púrpura y escarlata, y resplandecÃa de oro, piedras preciosas y perlas. TenÃa en la mano una copa de oro llena de cosas repugnantes, que eran las impurezas y la lujuria de la tierra entera.
En su frente se podÃa leer su nombre, escrito en forma cifrada: Babilonia la Grande, la madre de las prostitutas y de los abominables Ãdolos del mundo entero.
La bestia que has visto era, pero ya no es. Sube del abismo, pero camina hacia su perdición. Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no fue escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, se asombrarán al descubrir que la bestia era, pero ya no es y pasa pronto.
A ver si ustedes lo adivinan. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que la mujer está asentada.
El ángel prosiguió: «Las aguas que has visto, a cuyo borde está sentada la prostituta, representan pueblos, multitudes y naciones de todos los idiomas.
Los diez cuernos y la misma bestia planearán maldades contra la prostituta, la arruinarán y la dejarán desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego.
Porque Dios se vale de ellos para ejecutar su plan, y les ha inspirado la misma intención de poner sus fuerzas al servicio de la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
Esa mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que reina sobre los reyes del mundo entero.»