Entonces vi una bestia que sube del mar; tiene siete cabezas y diez cuernos, con diez coronas en los cuernos, y en las cabezas un tÃtulo que ofende a Dios.
La bestia que vi se parecÃa a un leopardo, aunque sus patas eran como las de un oso y su boca como de un león. El dragón le entregó su poder y su trono con un imperio inmenso.
Una de sus cabezas parecÃa herida de muerte, pero su llaga mortal se le curó. Entonces toda la tierra se maravilló, siguiendo a la bestia.
Se le concedió hablar en un tono altanero que desafiaba a Dios, y se le concedió ejercer su poder durante cuarenta y dos meses.
Abrió, pues, su boca para insultar a Dios, insultar su Nombre y su santuario, es decir, a los que habitan en el cielo.
Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.
Y la van a adorar todos los habitantes de la tierra, todos aquellos cuyos nombres no están inscritos desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado.
El que tenga oÃdos para oÃr, que oiga:
«El que está destinado a la cárcel, a la la cárcel irá; el que está destinado a morir a espada, a espada morirá.» Esta es la hora de la perseverancia y de la fe para los santos.
Vi luego otra bestia que surgÃa de la tierra y tenÃa dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón.
Esta segunda bestia está al servicio de la primera, y dispone de todo su poder y autoridad; hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida mortal ha sido curada.
Realiza grandes prodigios, incluso hace descender fuego del cielo a la tierra en presencia de toda la gente.