Behold, what manner of love the Father hath bestowed upon us, that we should be called the sons of God: therefore the world knoweth us not, because it knew him not.
Miren qué amor tan singular nos ha tenido el Padre que no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Por eso el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él.
Amados, a pesar de que ya somos hijos de Dios, no se ha manifestado todavía lo que seremos; pero sabemos que cuando él aparezca en su gloria, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.
Y si es esto lo que esperamos de él, querremos ser santos como él es santo.
El que peca demuestra ser un rebelde; todo pecado es rebeldía.
Bien saben que Este vino para quitar nuestros pecados, y que en él no hay pecado.
Quien permanece en él no peca; quien peca no lo ha visto ni conocido.
Hijitos míos, no se dejen extraviar: el que actúa con toda rectitud es justo como él es justo.
En cambio quienes pecan son del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del Diablo.
El que ha nacido de Dios no peca, porque permanece en él la semilla de Dios. Y ni siquiera puede pecar, porque ha nacido de Dios.
En esto se reconocen los hijos de Dios y los del Diablo: el que no sigue el camino de rectitud no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano.
Debemos amarnos unos a otros, pues este es el mensaje que ustedes han oído desde el comienzo.
No imitemos a Caín, que era del Maligno, y mató a su hermano. Y ¿por qué lo mató? Porque él hacía el mal, y su hermano hacía el bien.
No se extrañen, hermanos, si el mundo los odia,
pues el amor a nuestros hermanos es para nosotros el signo de que hemos pasado de la muerte a la vida.
El que no ama está en un estado de muerte. El que odia a su hermano es un asesino, y, como saben, ningún asesino tiene la vida eterna.
El (Jesucristo) entregó su vida por nosotros; y en esto hemos conocido el amor; ahora también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.
Si uno goza de riquezas en este mundo y cierra su corazón cuando ve a su hermano en apuros, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?
Hijitos, no amemos con puras palabras y de labios para afuera, sino de verdad y con hechos.
En esto conoceremos que somos de la verdad y se tranquilizará nuestra conciencia ante El.
Pues si nuestra conciencia nos reprocha, pensemos que Dios es más grande que nuestra conciencia, y que lo conoce todo.
Amadísimos, si nuestra conciencia no nos condena, tenemos plena confianza en Dios.
Entonces, todo lo que pidamos, nos lo concederá, porque guardamos sus mandatos y hacemos lo que le agrada.
¿Y cuál es su mandato? Que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros, tal como él nos lo ordenó.
El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Pues Dios permanece en nosotros, y lo sabemos por el Espíritu que nos ha dado.