Igualmente ustedes, mujeres, obedezcan a sus maridos. Si alguno de ellos se opone a la Palabra, será ganado por la conducta de sus mujeres mejor que por discursos,
pues les bastará ver su modo de ser responsable y sin reproche.
No se preocupen tanto por lucir peinados rebuscados, collares de oro y vestidos lujosos, todas cosas exteriores,
sino que más bien irradie de lo íntimo del corazón la belleza que no se pierde, es decir, un espíritu suave y tranquilo. Eso sí que es muy precioso ante Dios.
De ese modo se adornaban en otros tiempos las santas mujeres que esperaban en Dios y obedecían a sus maridos.
Así obedecía Sara a Abrahán, al que llamaba su señor. Ustedes serán hijas de Sara si obran el bien sin tener miedo a nada.
Y ustedes, maridos, sean a su vez comprensivos en la vida en común. Sabiendo que sus compañeras son seres más delicados, y que ambos comparten la gracia que lleva a la vida, eviten las amenazas. Este será un buen medio para que Dios escuche lo que ustedes le pidan.
Finalmente, tengan todos un mismo sentir, compartan las preocupaciones de los demás con amor fraterno, sean compasivos y humildes.
No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien bendigan, pues para esto han sido llamados; y de este modo recibirán la bendición.
El que de veras quiera gozar la vida y vivir días felices, guarde su lengua del mal y que de su boca no salgan palabras engañosas.
Aléjese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella.
Porque el Señor tiene los ojos puestos sobre los justos y los oídos atentos a sus peticiones; mas el Señor se opone a los que hacen el mal.
Y ¿quién podrá hacerles daño si se esfuerzan en hacer el bien?
Felices ustedes si incluso tienen que sufrir por haber actuado bien. No compartan sus temores ni se asusten,
sino bendigan en sus corazones al Señor, a Cristo; estén siempre dispuestos para dar una respuesta a quien les pida cuenta de su esperanza,
pero háganlo con sencillez y deferencia, sabiendo que tienen la conciencia limpia. De este modo, si alguien los acusa, la vergüenza será para aquellos que calumnian la vida recta de los cristianos.
Es mejor sufrir por hacer el bien, si tal es la voluntad de Dios, que por hacer el mal.
Pues Cristo quiso morir por el pecado y para llevarnos a Dios, siendo esta la muerte del justo por los injustos. Murió por ser carne, y luego resucitó por el Espíritu.
Entonces fue a predicar a los espíritus encarcelados;
me refiero a esas personas que se negaron a creer en tiempo de Noé, cuando se iba acabando la paciencia de Dios y Noé ya estaba construyendo el arca. Pero algunas personas, ocho en total, entraron al arca y se salvaron a través del agua.
Ustedes reconocen en esto la figura del bautismo que ahora los salva; no esperaban de él una limpieza corporal, sino que pidieron a Dios una renovación interior por medio de la resurrección de Cristo Jesús.
El se ha ido al cielo y está a la derecha de Dios, después de someter a los ángeles, a las dominaciones y las potestades.