Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
Innumerables son estos testigos, y nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera.
Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas ni el ánimo.
Ustedes se enfrentan con el mal, pero todavÃa no han tenido que resistir hasta la sangre.
Tal vez hayan olvidado la palabra de consuelo que la sabidurÃa les dirige como a hijos: Hijo, no te pongas triste porque el Señor te corrige, no te desanimes cuando te reprenda;
pues el Señor corrige al que ama y castiga al que recibe como hijo.
Si no conocieran la corrección, que ha sido la suerte de todos, serÃan bastardos y no hijos.
Además, cuando nuestros padres según la carne nos corregÃan, los respetábamos. ¿No deberÃamos someternos con mayor razón al Padre de los espÃritus para tener vida?
Nuestros padres nos corregÃan sin ver más allá de la vida presente, tan corta, mientras que El mira a lo que nos ayudará a alcanzar su propia santidad.
Ninguna corrección nos alegra en el momento, más bien duele; pero con el tiempo, si nos dejamos instruir, traerá frutos de paz y de santidad.
Por lo tanto, levanten las manos caÃdas y fortalezcan las rodillas que tiemblan,
enderecen los caminos tortuosos por donde han de pasar, para que el cojo no se pierda y más bien se mejore.
Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor.
CuÃdense, no sea que alguno de ustedes pierda la gracia de Dios y alguna raÃz amarga produzca brotes, perjudicando a muchos.
Que no haya ningún inmoral, impÃo como Esaú, que por un guiso entregó sus derechos sagrados de hijo mayor.
a la asamblea en fiesta de los primeros ciudadanos del cielo; a Dios, juez universal, al que rodean los espÃritus de los justos que ya alcanzaron su perfección;
a Jesús, el mediador de la nueva alianza, llevando la sangre que purifica y que clama a Dios con más fuerza que la sangre de Abel.
Cuidado, pues, de hacerse los sordos con el que habla. Pues si no se salvaron en aquel tiempo los que desoyeron las palabras del profeta en la tierra, menos todavÃa nosotros si nos desentendemos del que habla desde los cielos.
Las palabras esta última vez indican que serán cambiadas las cosas que pueden ser conmovidas, es decir, las creadas, y sólo permanecerán las que no se conmueven.