Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesús, juez de vivos y muertos, que ha de venir y reinar, y te digo:
predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y dejando una doctrina.
Pues llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención;
cerrarán los oÃdos a la verdad y se volverán hacia puros cuentos.
Por eso debes estar siempre alerta. No hagas caso de tus propias penas; dedÃcate a tu trabajo de evangelizador; cumple bien tu ministerio.
Yo, por mi parte, estoy llegando al fin y se acerca el momento de mi partida.
He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado lo que depositaron en mis manos.
Sólo me queda recibir la corona de toda vida santa con la que me premiará aquel dÃa el Señor, juez justo; y conmigo la recibirán todos los que anhelaron su venida gloriosa.
Apresúrate a venir a mà lo antes posible,
pues Demás me ha abandonado; estaba apegado a este mundo y ha vuelto a Tesalónica. Crescente se ha ido a Galacia, y Tito a Dalmacia.
Solamente Lucas está conmigo. Toma contigo a Marcos, pues me será muy útil para el ministerio.