Recuerda a tu gente estas cosas y diles insistentemente en nombre de Dios que dejen las discusiones de palabras, que no son de ningún provecho y desconciertan a quienes las escuchan.
Si alguno, pues, trata de no cometer las faltas de que hablo, será como vajilla noble: será santo, útil al Señor, apropiado para toda obra buena.
Evita los deseos desordenados, propios de la juventud. Busca la rectitud, la fe, el amor, y ten buenas relaciones con aquellos que invocan al Señor con corazón puro.
Pero evita las cuestiones tontas e inútiles, pues sabes que originan peleas.
Un servidor del Señor no debe ser peleador, sino comprensivo con todos, buen pedagogo, paciente en las incomprensiones.
Reprenderá a los rebeldes con dulzura: quizá Dios les conceda que se conviertan y descubran la verdad,
liberándose de los lazos del diablo que los tiene sometidos a su voluntad.