Pero hablemos, hermanos, de esa venida de Cristo Jesús, nuestro Señor, y de nuestra reunión con él. Les rogamos
que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se asusten por manifestaciones del Espíritu, o por rumores, o por alguna carta que pasa por nuestra, que dicen que el día del Señor es inminente.
No se dejen engañar de ninguna manera. Primero tiene que producirse la apostasía y aparecer el adversario de la religión, el instrumento de la perdición,
el rebelde que se pone por encima de todo lo que es considerado divino y sagrado, que incluso pondrá su trono en el templo de Dios para mostrar que él es Dios.
¿No recuerdan que se lo decía cuando estaba con ustedes?
Ustedes saben qué es lo que ahora lo detiene, para que sólo se manifieste a su debido tiempo.
La fuerza antirreligiosa ya está obrando secretamente, pero falta que desaparezca el que la retiene.
Entonces se manifestará el adversario, a quien el Señor ha de barrer con el soplo de su boca y al que derribará cuando venga en su gloria.
Al presentarse este sin-ley con el poder de Satanás, hará milagros, señales y prodigios al servicio de la mentira,
para engañar y pervertir a todos los que han de perderse, a los que no aceptaron el amor de la verdad que los habría salvado.
Por esta razón les dirige Dios las fuerzas del engaño, dejando que crean en la mentira.
Así serán condenados al fin todos los que no quisieron creer en la verdad porque les gustaba más el mal.
Pero nosotros tenemos que dar gracias en todo momento por ustedes, hermanos amados por el Señor, pues ustedes son la parte de Dios, y fueron elegidos para que se salvaran mediante la fe verdadera y fueran santificados por el Espíritu.
Con este fin los llamó mediante el Evangelio que predicamos, y los destinó a compartir la gloria de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y guarden fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra o por carta.
Que los anime el propio Cristo Jesús, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado dándonos en su misericordia un consuelo eterno y una esperanza feliz.
El les dará el consuelo interior y los hará progresar en todo bien de palabra o de obra.