«Di a los hijos de Israel que designen ciudades para los que tienen que refugiarse según les indiqué por medio de Moisés.
Estas ciudades servirán de asilo a todo el que mate a un hombre involuntariamente; ahí podrán refugiarse para escapar a la venganza del pariente del difunto.
El que haya dado muerte a un hombre escapará a una de estas ciudades y se presentará en la Puerta de la ciudad para exponer su caso a los ancianos. Estos le darán acogida y le designarán un lugar para vivir entre ellos.
Y si llega el que quiere vengar al muerto, no lo entregarán en sus manos, por cuanto mató a su prójimo sin quererlo ni tenerle odio.
Permanecerá en aquella ciudad hasta que comparezca ante la asamblea para ser juzgado y hasta que muera el Sumo Sacerdote que en esa fecha esté en funciones. Entonces podrá volver el que dio muerte a un hombre a su patria y a su casa desde donde huyó.
Señalaron, pues, a Cadés, en la Galilea sobre los cerros de Neftalí, a Siquem, en los cerros de Efraím, y a Cariat-Arbe, o sea Hebrón, en los cerros de Judá.
Más allá del Jordán, al oriente de Jericó, destinaron a Bosor, situada en el desierto de la meseta de la tribu de Rubén; a Ramot en Galaad, de la tribu de Gad, y a Golán en Basán, de la tribu de Manasés.
Estas ciudades fueron señaladas para todos los hijos de Israel y para los forasteros que habitaban entre ellos, a fin de que sirvieran de asilo al que sin querer hubiese muerto a un hombre. Ese no sería muerto por el pariente de la víctima antes de haber sido juzgado por la comunidad.