Por eso, tampoco nosotros hemos cesado de rezar por ustedes desde el dÃa en que recibimos esas noticias, y pedimos a Dios que alcancen el pleno conocimiento de su voluntad, mediante dones de sabidurÃa y entendimiento espiritual.
Que lleven una vida digna del Señor y de su total agrado, produciendo frutos en toda clase de buenas obras y creciendo en el conocimiento de Dios.
Que se muestren fuertes en todo sentido, fortalecidos por la gloria de Dios; que puedan sufrir y perseverar sin perder la alegrÃa.
Y que den gracias al Padre que nos preparó para recibir nuestra parte en la herencia reservada a los santos en su reino de luz.
El nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado.
Ahora me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes, pues asà completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo, que es la Iglesia.
Esta me ha sido encargada por cuanto recibà de Dios la misión de llevar a efecto entre ustedes su proyecto,
su plan misterioso que permaneció secreto durante siglos y generaciones. Este secreto acaba de ser revelado a sus santos.
Quiso darles a conocer la gloria tan grande que su plan misterioso reservaba a las naciones paganas. ¡Ustedes tienen a Cristo y esperan la Gloria!
A ese Cristo anunciamos cuando amonestamos a cada uno y le enseñamos la sabidurÃa, pues queremos que cada uno llegue a ser «perfecto» en Cristo.
Este es mi trabajo, al que me entrego con la energÃa que viene de Cristo y que obra poderosamente en mÃ.