Wherefore gird up the loins of your mind, be sober, and hope to the end for the grace that is to be brought unto you at the revelation of Jesus Christ;
Entiendan, pues, que quienes toman el camino de la fe son hijos de Abrahán.
La Escritura anticipó que Dios darÃa a los paganos la verdadera rectitud por el camino de la fe. Por eso Abrahán recibió esta promesa: La bendición pasará de ti a todas las naciones.
Asà los que entran por la fe reciben la bendición junto con el creyente Abrahán.
Por el contrario, pesa una maldición sobre todos los que se van a las observancias, pues está escrito: Maldito el que no cumple siempre todo lo que está escrito en la Ley.
Con la Ley nadie llega a ser justo a los ojos de Dios; la cosa es cierta, pues el justo vivirá por la fe,
y la Ley no da lugar a la fe cuando dice: El que cumple estas cosas tendrá vida por medio de ellas.
Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición de la Ley, al hacerse maldición por nosotros, como dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero.
De este modo la bendición de Abrahán alcanzó a las naciones paganas en Cristo Jesús: por la fe recibimos la promesa, que es el EspÃritu.
Hermanos, tomemos una comparación. Cuando alguien ha hecho su testamento en debida forma, nadie puede anularlo ni agregarle nada.
(no se hablarÃa de un mediador si hubiera una sola parte, y Dios es uno solo).
¿Acaso la Ley contradice las promesas de Dios? En absoluto. Si se hubiera dado una ley capaz de darnos vida, nuestro paso a la verdadera justicia podrÃa resultar de esa Ley.
Pero no; la Escritura lo encerró todo en los marcos del pecado, de tal manera que lo prometido llega a los creyentes por medio de la fe en Cristo Jesús.
Hasta que no llegaran los tiempos de la fe, la Ley nos guardaba bajo llave, a la espera de la fe que se iba a revelar.
Pero al llegar la fe, ya no necesitamos que nos lleven al maestro.
Ustedes están en Cristo Jesús, y todos son hijos de Dios gracias a la fe.
Todos se han revestido de Cristo, pues todos fueron entregados a Cristo por el bautismo.
Ya no hay diferencia entre judÃo y griego, entre esclavo y hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer, pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.