Esta es la tercera vez que voy a verlos, y todo asunto se decidirá por declaración de dos o tres testigos.
Ya se lo dije, y ahora que estoy lejos se lo repito como la segunda vez que estuve allá: cuando vuelva a visitarlos no tendré piedad. Que lo sepan tanto los que vivieron en el pecado como los demás.
Así podrán comprobar que Cristo habla por mí. El no se muestra débil con ustedes, sino que más bien actúa con poder.
Si bien su debilidad lo llevó a la cruz, ahora vive por la fuerza de Dios. Así también nosotros compartimos su debilidad, pero viviremos con él por el poder de Dios que actúa en ustedes.
Examínense y vean si permanecen en la fe. Pruébense a sí mismos. ¿Están seguros de que Cristo Jesús está en ustedes? ¿Y qué, si no superan la prueba?
Espero que reconozcan que nosotros no estamos reprobados.
Pedimos a Dios que no hagan mal alguno, no para quedar bien nosotros, sino por ustedes, para que hagan el bien, aunque quedemos mal nosotros.
Pues no tenemos poder alguno contra la verdad, sino sólo a favor de ella,
y nos alegramos cada vez que nos sentimos débiles y ustedes fuertes. Y pedimos a Dios que ustedes lleguen a la perfección.
Todo esto se lo digo desde lejos, para no tener que mostrarme duro entre ustedes con la autoridad que el Señor me dio para edificar y no para destruir.
Finalmente, hermanos, estén alegres; sigan progresando; anímense; tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes.
Salúdense los unos a los otros con el beso santo.
Les saludan todos los santos.
La gracia de Cristo Jesús, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.