Si el esposo o la esposa no creyente se quiere separar, que se separe. En este caso el esposo o la esposa creyente no están esclavizados, pues el Señor nos ha llamado a vivir en paz.
¿Estás segura tú, mujer, de que vas a salvar a tu esposo? ¿Y tú, marido, estás seguro de que podrás salvar a tu esposa?
Fuera de este caso, que cada uno siga en la condición en que lo puso el Señor, en la situación en que lo encontró la llamada de Dios. Esta es la regla que doy en todas las Iglesias.
¿Estabas circuncidado cuando fuiste llamado? No lo disimules. ¿No eras judÃo? No debes circuncidarte por el hecho de haber sido llamado.
Porque lo que importa no es el haber sido circuncidado o no, sino el observar los mandamientos de Dios.
Que cada uno, pues, permanezca en la situación en que estaba cuando fue llamado.
¿La llamada de Dios te alcanzó siendo esclavo? No te preocupes. Pero si puedes conseguir la libertad, no dejes pasar esa oportunidad.
El que recibió la llamada del Señor siendo esclavo es un cooperador libre del Señor. Y el que fue llamado siendo libre se hace esclavo de Cristo.
Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; no se hagan esclavos de otros hombres.
Por lo tanto, hermanos, que cada uno viva para Dios en el mismo estado en que se encontraba al ser llamado.
¿Tienes obligaciones con una mujer? No intentes liberarte. ¿No tienes obligaciones con una mujer? No busques esposa.
Si te casas, no cometes pecado, y tampoco comete pecado la joven que se casa. Pero la condición humana les traerá conflictos que yo no quisiera para ustedes.
Esto quiero decirles, hermanos: el tiempo se ha acortado. En adelante, los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran;
los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no hubieran adquirido nada;
y los que gozan la vida presente, como si no la gozaran. Piensen que todo lo actual está pasando.
Yo quisiera verlos libres de preocupaciones. El que no se ha casado se preocupa de las cosas del Señor y de cómo agradarle.
No asà el que se ha casado, pues se preocupa de las cosas del mundo y de cómo agradar a su esposa, y está dividido.
De igual manera la mujer soltera y la joven sin casar se preocupan del servicio del Señor y de ser santas en su cuerpo y en su espÃritu. Mientras que la casada se preocupa de las cosas del mundo y de agradar a su esposo.
Alguien puede sentirse incómodo respecto de su novia que es todavÃa virgen y está ya entrando en años. Si piensa que es mejor casarse, haga lo que le parezca, pues no comete pecado. Que se casen.
Pero puede ser que otro se mantenga firme y decide con toda libertad y con mucha lucidez que su novia se conserve virgen. Este obra mejor.
AsÃ, pues, el que se casa con la joven que mantenÃa virgen obra bien, y el que no se casa obra mejor.