De hecho se habla de inmoralidad sexual entre ustedes, y de un caso tal que ni siquiera se da entre los paganos: uno de ustedes convive con su propia madrastra.
¡Y ustedes se sienten orgullosos! Más bien tendrían que estar de duelo y expulsar de entre ustedes a ese pecador.
Sepan que ya he juzgado al culpable como si estuviese presente, pues estoy ausente en cuerpo pero presente en espíritu.
Reunidos ustedes y mi espíritu, en el nombre de nuestro Señor Jesús y con su poder,
entreguen ese hombre a Satanás; que vengan sobre él desgracias, pero que se salve el espíritu en el día del juicio.
No es éste el momento de sentirse orgullosos; ¿no saben que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?
Echen fuera la vieja levadura y purifíquense; ustedes han de ser una masa nueva, pues si Cristo es para nosotros la víctima pascual, ustedes son los panes sin levadura.
Entonces basta ya de vieja levadura, la levadura del mal y del vicio, y celebren la fiesta con el pan sin levadura, que es pureza y sinceridad.
En mi carta les decía que no tuvieran trato con la gente de mala conducta.
Por supuesto que no me refería a los no-cristianos que practican el libertinaje sexual, a los que quieren tener siempre más, a los que se aprovechan de los demás o a los que adoran a los ídolos. De ser así, ustedes tendrían que salir de este mundo.
Yo les decía que no tuvieran trato con quienes, llamándose hermanos, se convierten en inmorales, explotadores, adoradores de ídolos, chismosos, borrachos o estafadores. Ni siquiera deben comer con ellos.
Yo no tengo por qué juzgar a los que están fuera, pero, ¿no son ustedes quienes deben juzgar a los que están dentro?
Dejen que Dios juzgue a los que están fuera, pero ustedes ¡saquen al perverso de entre ustedes!