Porque yo soy el último de los apóstoles y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, pues perseguà a la Iglesia de Dios.
Sin embargo, por la gracia de Dios soy lo que soy y el favor que me hizo no fue en vano; he trabajado más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
Pues bien, esto es lo que predicamos tanto ellos como yo, y esto es lo que han creÃdo.
Ahora bien, si proclamamos un MesÃas resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos ahà que no hay resurrección de los muertos?
Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.
Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes.
Con eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo asà que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan.
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar.
Y si Cristo no resucitó, de nada les sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados.
Y, para decirlo sin rodeos, los que se durmieron en Cristo están totalmente perdidos.
Si nuestra esperanza en Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los hombres.