Sin embargo, me atrevà a hablarles con franqueza para recordarles algunas cosas. Lo hago con la autoridad que Dios me dio
cuando hizo de mà el encargado de Cristo Jesús entre las naciones paganas. He pasado a ser el sacerdote del Evangelio de Dios para hacer de esas naciones una ofrenda agradable a Dios, santificada por el EspÃritu Santo.
Por eso en las cosas de Dios tengo el orgullo que se puede tener en Cristo Jesús.
Quisieron hacerlo, y de hecho estaban en deuda con ellos, pues si han participado de los bienes espirituales de los judÃos, es justo que los sirvan en lo material.
Pero les ruego, hermanos, en nombre de Cristo Jesús nuestro Señor y del amor, fruto del EspÃritu, que recen a Dios por mÃ. Luchen conmigo rogando por mÃ,
para que pueda escapar de los enemigos de la fe en Judea y para que la comunidad reciba con agrado la ayuda que le llevo.