Y el Señor le dijo: «Vete en seguida a la calle llamada Recta y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo. Lo encontrarás rezando,
pues acaba de tener una visión en que un varón llamado AnanÃas entraba y le imponÃa las manos para que recobrara la vista.»
Y ahora está aquà con poderes del sumo sacerdote para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre.»
El Señor le contestó: «Vete. Este hombre es para mà un instrumento excepcional, y llevará mi Nombre a las naciones paganas y a sus reyes, asà como al pueblo de Israel.
Salió AnanÃas, entró en la casa y le impuso las manos diciendo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús que se te apareció en el camino por donde venÃas, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del EspÃritu Santo.»
Al instante se le cayeron de los ojos una especie de escamas y empezó a ver. Se levantó y fue bautizado.
Hablaba a los helenistas y discutÃa con ellos, pero planearon matarle.
Los hermanos se enteraron y lo llevaron a Cesarea, y desde allà lo enviaron a Tarso.
La Iglesia por entonces gozaba de paz en toda Judea, Galilea y SamarÃa. Se edificaba, caminaba con los ojos puestos en el Señor y estaba llena del consuelo del EspÃritu Santo.
Como Lida está cerca de Jope, los discÃpulos, al saber que Pedro estaba allÃ, mandaron a dos hombres con este recado: «Ven inmediatamente a donde nosotros.»
Pedro se fue sin más con ellos. Apenas llegó lo hicieron subir a la habitación del piso superior, donde le presentaron a todas las viudas que estaban llorando y le mostraban las túnicas y mantos que Tabita hacÃa mientras vivÃa con ellas.
Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Luego se volvió al cadáver y dijo: «Tabita, levántate.»
Ella abrió los ojos, reconoció a Pedro y se sentó. El le dio la mano y la ayudó a levantarse; luego llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
Esto se supo en todo Jope y muchos creyeron en el Señor.
Pedro permaneció en Jope bastante tiempo, en casa de un curtidor llamado Simón.