Me han visto de tan cerca que, si quisieran, podrÃan testificar que he vivido como un fariseo en la secta más rigurosa de nuestra religión.
Y si ahora soy aquà procesado, es por esperar la promesa hecha por Dios a nuestros padres;
de hecho, el culto perpetuo que nuestras doce tribus rinden a Dios noche y dÃa no tiene otro propósito que el de alcanzar esta promesa. Por esta esperanza, oh rey, me acusan los judÃos.
RecorrÃa las sinagogas y multiplicaba los castigos para obligarlos a renegar de su fe, y tal era mi furor contra ellos, que los perseguÃa hasta fuera de nuestras fronteras.
Con este propósito iba a Damasco con plenos poderes y por encargo de los jefes de los sacerdotes.
En el camino, oh rey, a eso del mediodÃa, vi una luz que venÃa del cielo, más resplandeciente que el sol, que nos deslumbró a mà y a los que me acompañaban.
Tú les abrirás los ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios: creyendo en mà se les perdonarán los pecados y compartirán la herencia de los santos.»
Al llegar Pablo a este punto de su defensa, Festo exclamó con voz muy alta: «Pablo, ¡tú estás loco! Tus muchos estudios te han trastornado la mente.»
«No estoy loco, excelentÃsimo Festo, contestó Pablo; estoy diciendo cosas verdaderas con mucho sentido.
El rey está bien enterado de estas cosas, por eso le hablo con tanta libertad. Estoy convencido de que no ignora nada de este asunto, pues esas cosas no han sucedido en un rincón.