Through faith also Sara herself received strength to conceive seed, and was delivered of a child when she was past age, because she judged him faithful who had promised.
Cuando llegó la hora de partir, nos separamos a la fuerza de ellos y nuestro barco salió rumbo a Cos. Al dÃa siguiente llegamos a Rodas, y de allÃ, a Pátara,
donde encontramos otro barco que estaba para salir hacia Fenicia. Subimos a bordo y partimos.
Divisamos la isla de Chipre y, dejándola a la izquierda, navegamos rumbo a Siria. Atracamos en Tiro, pues el barco debÃa dejar su carga en aquel puerto.
pero a pesar de ello, cuando llegó la fecha en que debÃamos marchar, partimos. Nos acompañaron todos con sus mujeres y niños hasta fuera de la ciudad, y llegados a la playa, nos arrodillamos y oramos.
Algunos discÃpulos de Cesarea que nos acompañaban nos llevaron a casa de un chipriota, llamado Nasón, discÃpulo desde los primeros tiempos, donde nos Ãbamos a hospedar.
Al dÃa siguiente acompañamos a Pablo a casa de Santiago, donde se habÃan reunido todos los presbÃteros.
Pablo los saludó y fue contando detalladamente todas las cosas que Dios habÃa realizado entre los paganos por su ministerio.
Todos, por supuesto, dieron gloria a Dios por lo que escuchaban, pero luego le dijeron: «Bien sabes, hermano, cuántas decenas de millares de judÃos han abrazado la fe en Judea, y todos ellos son celosos partidarios de la Ley.
Estaban para cumplirse los siete dÃas, cuando unos judÃos de Asia vieron a Pablo en el Templo y empezaron a alborotar a la gente. Agarraron a Pablo
y gritaron: «¡Israelitas, ayúdennos! Este es el hombre que por todas partes predica a todos en contra de nuestro pueblo, de la Ley y de este Lugar Santo. Y ahora incluso ha introducido a unos griegos dentro del Templo, profanando este Lugar Santo.»
DecÃan esto porque poco antes habÃan visto a Pablo en la ciudad acompañado de Trófimo, natural de Efeso, y pensaron que Pablo lo habÃa llevado al Templo.
La ciudad entera se alborotó. Concurrió la gente de todas partes, y tomando a Pablo, lo arrastraron hacia la salida del Templo; cerraron inmediatamente las puertas.
En seguida tomó consigo algunos oficiales y soldados y bajaron corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
Pero entre la gente unos gritaban una cosa y otros otra. Al ver el comandante que no podÃa sacar nada en claro a causa del alboroto, dio orden de que llevaran a Pablo a la fortaleza.
Al llegar a las escalinatas, los soldados tuvieron que levantarlo y llevarlo en hombros a causa de la violencia de la multitud,
pues un montón de gente lo seguÃa gritando: «¡Mátalo!»
Cuando estaban ya para meterlo dentro de la fortaleza, Pablo dijo al comandante: «¿Me permites decirte una palabra?» Le contestó: «¡Pero tú hablas griego!
¿No eres, entonces, el egipcio que últimamente se rebeló y llevó al desierto a cuatro mil terroristas?»
Pablo respondió: «Yo soy judÃo, ciudadano de Tarso, ciudad muy conocida de Cilicia. PermÃteme, por favor, hablar al pueblo.»