Jesús les dijo: «Hagan que se sienta la gente.» HabÃa mucho pasto en aquel lugar, y se sentaron los hombres en número de unos cinco mil.
Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron.
Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discÃpulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada.»
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habÃan comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada.
Al ver esta señal que Jesús habÃa hecho, los hombres decÃan: «Este es sin duda el Profeta que habÃa de venir al mundo.»
Está escrito en los Profetas: Serán todos enseñados por Dios, y es asà como viene a mà toda persona que ha escuchado al Padre y ha recibido su enseñanza.
Pues, por supuesto que nadie ha visto al Padre: sólo Aquel que ha venido de Dios ha visto al Padre.
En verdad les digo: El que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de vida.
Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron:
aquà tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran.