Andarás a tientas en pleno mediodÃa, como anda el ciego en la oscuridad, y fracasarás en tus empresas. Siempre serás un hombre oprimido y despojado, sin que nadie salga en tu defensa.
Tendrás una prometida y otro hombre la hará suya. Edificarás una casa y no la podrás habitar. Plantarás una viña y no comerás sus uvas.
Ese pueblo cruel no tendrá respeto por el anciano ni compasión del niño.
Devorará las crÃas de tus ganados y los frutos de tus cosechas, para que asà perezcas, pues no te dejará trigo, ni vino, ni aceite, ni las crÃas de tus vacas y de tus ovejas, hasta acabar contigo.
El hombre más refinado de tu pueblo se esconderá de su hermano e incluso de su esposa y de los hijos que le queden,
negándose a compartir con ellos la carne de los hijos que se estará comiendo, porque nada le quedará durante el asedio y la angustia a que tu enemigo te reducirá en todas tus ciudades.
La mujer más tierna y delicada de tu pueblo, tan delicada y tierna que hacÃa ademanes para posar en tierra la planta de su pie, se esconderá del hombre que se acuesta con ella, e incluso de su hijo o de su hija,
mientras come la placenta salida de su seno y a los hijos que dio a luz, por falta de todo otro alimento, cuando tu enemigo te sitie en tus ciudades y te reduzca a la más extrema miseria.