Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendÃan con sus propios recursos.
Un dÃa se congregó un gran número de personas, pues la gente venÃa a verlo de todas las ciudades, y Jesús se puso a hablarles por medio de comparaciones o parábolas:
«El sembrador salió a sembrar. Al ir sembrando, una parte del grano cayó a lo largo del camino, lo pisotearon, y las aves del cielo lo comieron.
Otra parte cayó sobre rocas; brotó, pero luego se secó por falta de humedad.
Otra cayó entre espinos, y los espinos crecieron con la semilla y la ahogaron.
Y otra cayó en tierra buena, creció y produjo el ciento por uno.» Al terminar, Jesús exclamó: «Escuchen, pues, si ustedes tienen oÃdos para oÃr.»
Jesús les contestó: «A ustedes se les concede conocer los misterios del Reino de Dios, mientras que a los demás les llega en parábolas. AsÃ, pues, mirando no ven y oyendo no comprenden.
Aprendan lo que significa esta comparación: La semilla es la palabra de Dios.
Lo que cayó sobre la roca son los que, al escuchar la palabra, la acogen con alegrÃa, pero no tienen raÃz; no creen más que por un tiempo y fallan en la hora de la prueba.
Lo que cayó entre espinos son los que han escuchado la palabra, pero las preocupaciones, la riquezas y los placeres de la vida los ahogan con el paso del tiempo y no llegan a madurar.
Y lo que cae en tierra buena son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y, perseverando, dan fruto.
Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija o para colocarla debajo de la cama. Por el contrario, la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz.
No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz.
Por tanto, fÃjense bien en la manera como escuchan. Porque al que produce se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»
Alguien dio a Jesús este recado: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Jesús respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Un dÃa subió Jesús a una barca con sus discÃpulos y les dijo: «Crucemos a la otra orilla del lago.» Y remaron mar adentro.
Mientras navegaban, Jesús se durmió. De repente se desencadenó una tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua, a tal punto que peligraban.
Llegaron a la tierra de los gerasenos, que se halla al otro lado del lago, frente a Galilea.
Acababa Jesús de desembarcar, cuando vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba poseÃdo por demonios. Desde hacÃa mucho tiempo no se vestÃa ni vivÃa en casa alguna, sino que habitaba en las tumbas.
Entonces los que habÃan sido testigos les contaron cómo el endemoniado habÃa sido salvado.
Un miedo muy fuerte se apoderó de ellos y todo el pueblo del territorio de los gerasenos pidió a Jesús que se alejara. Cuando Jesús subió a la barca para volver,