Jesús levantó la mirada y vio a unos ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del tesoro del Templo.
Vio también a una viuda muy pobre que echaba dos moneditas.
Entonces dijo: «En verdad les digo que esa viuda sin recursos ha echado más que todos ellos,
porque estos otros han dado de lo que les sobra, mientras que ella, no teniendo recursos, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Como algunos estaban hablando del Templo, con sus hermosas piedras y los adornos que le habían sido regalados,
Jesús les dijo: «Mírenlo bien, porque llegarán días en que todo eso será arrasado y no quedará piedra sobre piedra.»
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso, y qué señales habrá antes de que ocurran esas cosas?»
Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca. No los sigan.
No se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque estas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato.»
Entonces Jesús les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro.
Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en diversos lugares. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo.
Pero antes de que eso ocurra los tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre,
y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa.
Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles.
Ustedes serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos,
y algunos de ustedes serán ajusticiados.
Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá.
Manténganse firmes y se salvarán.
Cuando vean a Jerusalén rodeada por ejércitos, sepan que muy pronto será devastada.
Los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén dentro de la ciudad, que salgan y se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a la ciudad.
Porque esos serán los días en que se rendirán cuentas, y se cumplirán todas las cosas que fueron anunciadas en la Escritura.
¡Pobres de las mujeres embarazadas o que estén criando en esos días! Porque una gran calamidad sobrevendrá al país y estallará sobre este pueblo la cólera de Dios.
Morirán al filo de la espada, serán llevados prisioneros a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por las naciones hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.
Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados por el estruendo del mar embravecido.
La gente se morirá de espanto con sólo pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo serán sacudidas.
Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre viniendo en la Nube, con gran poder e infinita gloria.»
«Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten la cabeza, porque está cerca su liberación.»
Y Jesús propuso esta comparación: «Fíjense en la higuera y en los demás árboles.
Cuando echan los primeros brotes, ustedes saben que el verano ya está cerca.
Así también, apenas vean ustedes que suceden las cosas que les dije, sepan que el Reino de Dios está cerca.
Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo eso suceda.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Cuíden de ustedes mismos, no sea que una vida materializada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso,
pues se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.
Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.»
Durante el día Jesús enseñaba en el Templo, y luego salía e iba a pasar la noche al aire libre al monte de los Olivos.
Y desde muy temprano todo el pueblo acudía donde él al Templo para escucharlo.