En ese momento algunos le contaron a Jesús una matanza de galileos. Pilato los habÃa hecho matar en el Templo, mezclando su sangre con la sangre de sus sacrificios.
Jesús les replicó: «¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás porque corrieron semejante suerte?
Yo les digo que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, perecerán del mismo modo.
Un sábado Jesús estaba enseñando en una sinagoga.
HabÃa allà una mujer que desde hacÃa dieciocho años estaba poseÃda por un espÃritu que la tenÃa enferma, y estaba tan encorvada que no podÃa enderezarse de ninguna manera.
Jesús la vio y la llamó. Luego le dijo: «Mujer, quedas libre de tu mal».
Y le impuso las manos. Al instante se enderezó y se puso a alabar a Dios.
Pero el presidente de la sinagoga se enojó porque Jesús habÃa hecho esta curación en dÃa sábado, y dijo a la gente: «Hay seis dÃas en los que se puede trabajar; vengan, pues, en esos dÃas para que los sanen, pero no en dÃa sábado.»
El Señor le replicó: «¡Ustedes son unos falsos! ¿Acaso no desatan del pesebre a su buey o a su burro en dÃa sábado para llevarlo a la fuente?
Esta es hija de Abraham, y Satanás la mantenÃa atada desde hace dieciocho años; ¿no se la debÃa desatar precisamente en dÃa sábado?»
Mientras Jesús hablaba, sus adversarios se sentÃan avergonzados; en cambio la gente se alegraba por las muchas maravillas que le veÃan hacer.
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su jardÃn. Creció y se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se refugiaron en sus ramas.»
Habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes, en cambio, sean echados fuera.
Gente del oriente y del poniente, del norte y del sur, vendrán a sentarse a la mesa en el Reino de Dios.
Por eso se van a quedar con su Templo vacÃo y no me volverán a ver hasta que llegue el tiempo en que ustedes dirán: «¡Bendito sea el que viene en Nombre del Señor!»