Entre tanto se habían reunido miles y miles de personas, hasta el punto de que se aplastaban unos a otros. Entonces Jesús se puso a decir, especialmente para sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
Nada hay tan oculto que no haya de ser descubierto o tan escondido que no haya de ser conocido.
Por el contrario, todo lo que hayan dicho en la oscuridad será oído a la luz del día, y lo que hayan dicho al oído en las habitaciones será proclamado desde las azoteas.
Yo les digo a ustedes, mis amigos: No teman a los que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más.
Yo les voy a mostrar a quién deben temer: teman a Aquel que, después de quitarle a uno la vida, tiene poder para echarlo al infierno. Créanme que es a ése a quien deben temer.
¿No se venden cinco pajaritos por dos monedas? Pues bien, delante de Dios ninguno de ellos ha sido olvidado.
Incluso los cabellos de ustedes están contados. No teman, pues ustedes valen más que un sinnúmero de pajarillos.
Yo les digo: Si uno se pone de mi parte delante de los hombres, también el Hijo del Hombre se pondrá de su parte delante de los ángeles de Dios;
pero el que me niegue delante de los hombres, será también negado él delante de los ángeles de Dios.
Para el que critique al Hijo del Hombre habrá perdón, pero no habrá perdón para el que calumnie al Espíritu Santo.
Cuando los lleven ante las sinagogas, los jueces y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir;
llegada la hora, el Espíritu Santo les enseñará lo que tengan que decir.»
Uno de entre la gente pidió a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia.»
Le contestó: «Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o repartidor entre ustedes?»
Después dijo a la gente: «Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida.»
A continuación les propuso este ejemplo: «Había un hombre rico, al que sus campos le habían producido mucho.
Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas.
Y se dijo: Haré lo siguiente: echaré abajo mis graneros y construiré otros más grandes; allí amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas.
Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes aquí muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, pásalo bien.»
Pero Dios le dijo: "¡Pobre loco! Esta misma noche te reclaman tu alma. ¿Quién se quedará con lo que has preparado?"
Esto vale para toda persona que amontona para sí misma, en vez de acumular para Dios.»
Jesús dijo a sus discípulos: «No se atormenten por su vida con cuestiones de alimentos, ni por su cuerpo con cuestiones de ropa.
Miren que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido.
Aprendan de los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen bodegas ni graneros, y sin embargo Dios los alimenta. ¡Y ustedes valen mucho más que las aves!
¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura?
Si ustedes no tienen poder sobre cosas tan pequeñas, ¿cómo van a preocuparse por las demás?
Aprendan de los lirios del campo: no hilan ni tejen, pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como uno de ellos.
Y si Dios da tan lindo vestido a la hierba del campo, que hoy está y mañana se echará al fuego, ¿qué no hará por ustedes, gente de poca fe?
No estén pendientes de lo que comerán o beberán: ¡no se atormenten!
Estas son cosas tras las cuales corren todas las naciones del mundo, pero el Padre de ustedes sabe que ustedes las necesitan.
Busquen más bien el Reino, y se les darán también esas cosas.
No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino.
Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce.
Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas.
Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta.
Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno.
Y si es la medianoche, o la madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos sirvientes!
Si el dueño de casa supiera a qué hora vendrá el ladrón, ustedes entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro.
Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan.»
Pedro preguntó: «Señor, esta parábola que has contado, ¿es sólo para nosotros o es para todos?»
El Señor contestó: «Imagínense a un administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de sus sirvientes y es él quien les repartirá a su debido tiempo la ración de trigo.
Afortunado ese servidor si al llegar su señor lo encuentra cumpliendo su deber.
En verdad les digo que le encomendará el cuidado de todo lo que tiene.
Pero puede ser que el administrador piense: «Mi patrón llegará tarde». Si entonces empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas, a comer, a beber y a emborracharse,
llegará su patrón el día en que menos lo espera y a la hora menos pensada, le quitará su cargo y lo mandará donde aquellos de los que no se puede fiar.
Este servidor conocía la voluntad de su patrón; si no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada, recibirá un severo castigo.
En cambio, si es otro que hizo sin saber algo que merece azotes, recibirá menos golpes. Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.
He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!
Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que no se haya cumplido!
¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división.
Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres.
El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
También decía Jesús a la gente: «Cuando ustedes ven una nube que se levanta por el poniente, inmediatamente dicen: "Va a llover", y así sucede.
Y cuando sopla el viento sur, dicen: "Hará calor", y así sucede.
¡Gente superficial! Ustedes saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, y ¿cómo es que no comprenden el tiempo presente?
¿Cómo no son capaces de juzgar por ustedes mismos lo que es justo?
Mientras vas donde las autoridades con tu adversario, aprovecha la caminata para reconciliarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al carcelero, y el carcelero te encierre en la cárcel.
Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último centavo.