porque un amigo mÃo ha llegado de viaje y no tengo nada que ofrecerle».
Y el otro le responde a usted desde adentro: «No me molestes; la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos ya acostados; no puedo levantarme a dártelos».
Yo les digo: aunque el hombre no se levante para dárselo porque usted es amigo suyo, si usted se pone pesado, al final le dará todo lo que necesita.
Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán.
Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta, se le abrirá.
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará espÃritu santo a los que se lo pidan!»
Otro dÃa Jesús estaba expulsando un demonio: se trataba de un hombre mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar y la gente quedó admirada.
Pero algunos de ellos dijeron: «Este echa a los demonios con el poder de Belzebú, jefe de los demonios.»
Y otros, para ponerlo a prueba, le pedÃan una señal que viniera del cielo.
Jesús, que conocÃa sus pensamientos, les dijo: «Una nación dividida corre a la ruina, y los partidos opuestos caen uno tras otro.
Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: «¡Feliz la que te dio a luz y te crió!»
Jesús replicó: «¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!»
Aumentaba la multitud por la gente que llegaba y Jesús empezó a decir: «La gente de este tiempo es gente mala. Piden una señal, pero no tendrán más señal que la señal de Jonás.
Porque asà como Jonás fue una señal para los habitantes de NÃnive, de igual manera el Hijo del Hombre será una señal para esta generación.
La reina del Sur resucitará en el dÃa del Juicio junto con la gente de hoy, y los acusará, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabidurÃa de Salomón, y aquà tienen ustedes mucho más que Salomón.
Los habitantes de NÃnive resucitarán en el dÃa del Juicio junto con la gente de hoy, y los acusarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquà ustedes tienen mucho más que Jonás.
Nadie enciende una lámpara para esconderla o taparla con un cajón, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la claridad.
Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tu ojo recibe la luz, toda tu persona tendrá luz; pero si tu ojo está oscurecido, toda tu persona estará en oscuridad.
Procura, pues, que la luz que hay dentro de ti no se vuelva oscuridad.
Si toda tu persona se abre a la luz y no queda en ella ninguna parte oscura, llegará a ser radiante como bajo los destellos de la lámpara.»
Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Entró y se sentó a la mesa.
El fariseo entonces se extrañó al ver que Jesús no se habÃa lavado las manos antes de ponerse a comer.
El Señor le dijo: «Asà son ustedes, los Fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Estúpidos!
AsÃ, pues, ustedes reconocen lo que hicieron sus padres, pero siguen en lo mismo: ellos se deshicieron de los profetas, y ustedes ahora pueden construir.
Por eso, a esta generación se le pedirá cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo:
desde la sangre de Abel, hasta la de ZacarÃas, que fue asesinado entre el altar y el Santuario. SÃ, yo se lo aseguro: la generación presente es la que tendrá que responder.
¡Pobres de ustedes, maestros de la Ley, que se adueñaron de la llave del saber! Ustedes mismos no entraron, y cerraron el paso a los que estaban entrando.
Cuando salió de allÃ, los maestros de la Ley y los fariseos comenzaron a hostigarlo muy duramente. Le pedÃan su parecer sobre un montón de cosas y le ponÃan trampas para sorprenderlo en alguna de sus respuestas.