Jesús volvió a la barca, cruzó de nuevo el lago y vino a su ciudad.
Allà le llevaron a un paralÃtico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralÃtico: «¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!»
Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.» Entonces dijo al paralÃtico: «Levántate, toma tu camilla y vete a casa.»
Y el paralÃtico se levantó y se fue a su casa.
La gente, al ver esto, quedó muy impresionada, y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres.
Jesús, al irse de allÃ, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «SÃgueme.» Mateo se levantó y lo siguió.
Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discÃpulos.
Los fariseos, al ver esto, decÃan a los discÃpulos: «¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?»
Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de tela nueva, porque el pedazo nuevo tirarÃa del vestido y la rotura se harÃa mayor.
Y nadie echa vino nuevo en recipientes de cuero viejos, porque si lo hacen, se reventarán los cueros, el vino se desparramará y los recipientes se estropearán. El vino nuevo se echa en cueros nuevos, y asà se conservan bien el vino y los recipientes.»
Pero ellos, en cuanto se fueron, lo publicaron por toda la región.
Apenas se fueron los ciegos, le trajeron a uno que tenÃa un demonio y no podÃa hablar.
Jesús echó al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos decÃan: «Jamás se ha visto cosa igual en Israel.»
En cambio, los fariseos comentaban: «Este echa a los demonios con la ayuda del prÃncipe de los demonios.»
Jesús recorrÃa todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades.
Al contemplar aquel gran gentÃo, Jesús sintió compasión, porque estaban decaÃdos y desanimados, como ovejas sin pastor.
Y dijo a sus discÃpulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envÃe trabajadores a recoger su cosecha.»