Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama.
¿Acaso alguno de ustedes darÃa a su hijo una piedra cuando le pide pan?
¿O le darÃa una culebra cuando le pide un pescado?
Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan!
Todo lo que ustedes desearÃan de los demás, háganlo con ellos: ahà está toda la Ley y los Profetas.
CuÃdense de los falsos profetas: se presentan ante ustedes con piel de ovejas, pero por dentro son lobos feroces.
Ustedes los reconocerán por sus frutos. ¿CosecharÃan ustedes uvas de los espinos o higos de los cardos?
Lo mismo pasa con un árbol sano: da frutos buenos, mientras que el árbol malo produce frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco un árbol malo puede producir frutos buenos.
Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se echa al fuego.
Por lo tanto, ustedes los reconocerán por sus obras.
No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo.
Aquel dÃa muchos me dirán: ¡Señor, Señor! Hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios y realizado muchos milagros.
Cayó la lluvia, se desbordaron los rÃos, soplaron los vientos y se arrojaron contra aquella casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenÃa los cimientos sobre roca.
Pero dirán del que oye estas palabras mÃas, y no las pone en práctica: aquà tienen a un tonto que construyó su casa sobre arena.
Cayó la lluvia, se desbordaron los rÃos, soplaron los vientos y se arrojaron contra esa casa: la casa se derrumbó y todo fue un gran desastre.»
Cuando Jesús terminó este discurso, la gente estaba admirada de cómo enseñaba,
porque lo hacÃa con autoridad y no como sus maestros de la Ley.