Se le acercaron unos fariseos, y lo pusieron a prueba con esta pregunta: «¿Está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?»
Jesús respondió: «¿No han leÃdo que el Creador al principio los hizo hombre y mujer
y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.»
Jesús les contestó: «No todos pueden captar lo que acaban de decir, sino aquellos que han recibido este don.
Hay hombres que han nacido incapacitados para el sexo. Hay otros incapacitados, que fueron mutilados por los hombres. Hay otros todavÃa, que se hicieron tales por el Reino de los Cielos. ¡Entienda el que pueda!»
Entonces trajeron a Jesús algunos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos. Pero los discÃpulos los recibÃan muy mal.
Jesús les dijo: «Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mÃ: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.»
Jesús les impuso las manos y continuó su camino.
Y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o propiedades por causa de mi Nombre, recibirá cien veces más y tendrá por herencia la vida eterna.
Muchos que ahora son primeros serán últimos, y otros que ahora son últimos, serán primeros.»