Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús. QuerÃan ponerlo en apuros, y le pidieron una señal milagrosa que viniera del Cielo.
Jesús respondió: «Al atardecer ustedes dicen: Hará buen tiempo, pues el cielo está rojo y encendido.
Y por la mañana: Con este cielo rojo obscuro, hoy habrá tormenta. Ustedes, pues, conocen e interpretan los aspectos del cielo, ¿y no tienen capacidad para las señales de los tiempos?
¡Generación mala y adúltera! Ustedes piden una señal, pero señal no tendrán, sino la señal de Jonás.» Jesús, pues, los dejó y se marchó.
Los discÃpulos, al pasar a la otra orilla, se habÃan olvidado de llevar pan.
Jesús les dijo: «Tengan cuidado y desconfÃen de la levadura de los fariseos y de los saduceos.»
Ellos empezaron a comentar entre sÃ: «¡Caramba!, no trajimos pan.»
¿Es que aún no comprenden? ¿No se acuerdan de los cinco panes para los cinco mil hombres, y cuántas canastas recogieron?
¿Ni de los siete panes para los cuatro mil hombres, y cuántos cestos llenaron con lo que sobró?
Yo no me referÃa al pan cuando les dije: CuÃdense de la levadura de los fariseos y de los saduceos. ¿Cómo puede ser que no me hayan comprendido?»
Entonces entendieron a lo que Jesús se referÃa: que debÃan tener los ojos abiertos, no para cosas de levadura, sino para las enseñanzas de los fariseos y saduceos.
Pedro lo llevó aparte y se puso a reprenderlo: «¡Dios no lo permita, Señor! Nunca te sucederán tales cosas.»
Pero Jesús se volvió y le dijo: «¡Pasa detrás de mÃ, Satanás! Tú me harÃas tropezar. Tus ambiciones no son las de Dios, sino las de los hombres.»
Entonces dijo Jesús a sus discÃpulos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sà mismo, cargue con su cruz y me siga.
Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que sacrifique su vida por causa mÃa, la hallará.