Tuve otra visión: cuatro carros salían de entre dos cerros y los cerros eran de bronce.
El primer carro iba tirado por caballos rojos,
el segundo por caballos negros, el tercero por caballos blancos, y el cuarto por caballos overos.
Pregunté al ángel qué quería decir eso
y su respuesta fue: «Estos marchan en dirección de los cuatro puntos cardinales después de haberse presentado al Señor del mundo entero. Los caballos rojos se dirigen al oriente,
los negros hacia el norte, los blancos hacia el occidente, y los overos hacia el sur.»
Se movían refrenando su vigor, impacientes por recorrer la tierra. Cuando él les dijo: «Vayan a recorrer la tierra», salieron a recorrer la tierra.
Luego me llamó para decirme: «Mira a los que se dirigen al norte; ellos harán que mi espíritu descanse en el país del norte.»
Una palabra de Yavé me fue dirigida:
«Recoge de manos de Helday, de Tobías y de Jedaya las ofrendas de los que han vuelto del destierro, y dirígete hoy mismo a casa de Josías, hijo de Sefanías, que ha regresado de Babilonia.
Con el oro y plata recolectados harás una corona que pondrás en la cabeza de Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote.
Le hablarás así de parte de Yavé de los Ejércitos: Viene un hombre cuyo nombre es Brote, y sepan que algo brotará de él.
El construirá el Templo de Yavé y recibirá el poder. Se sentará en un trono para gobernar, y también un sacerdote se sentará en un trono, con armonía perfecta entre ambos.
La corona quedará en el Templo como un memorial de lo hecho por Helday, Tobías y Josías, el hijo de Sofonías.
Los que están lejos vendrán y trabajarán en la construcción del Templo de Yavé. Pero es preciso que ustedes obedezcan la palabra de Yavé, su Dios.