En el octavo mes del segundo año del reinado de Darío, una palabra de Yavé llegó al profeta Zacarías, hijo de Ido:
«Yavé estuvo muy enojado con los padres de ustedes; pero éste es el recado de Yavé de los Ejércitos:
Vuelvan a mí y yo me volveré a ustedes.
No se porten como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les gritaban: «Déjense de andar por malos caminos y no sigan haciendo maldades.» Pero ellos no quisieron escucharlos, ni les hicieron caso.
¿Dónde están ahora sus padres?, ¿qué se hizo de los profetas?
Pero mis palabras y mis órdenes que yo había dado a mis servidores, los profetas, se cumplieron en sus padres de tal manera que volvieron a mí y reconocieron: Yavé de los Ejércitos nos ha tratado como lo había resuelto, conforme a nuestra conducta y manera de proceder.»
El día veinticuatro del undécimo mes del año tercero, Yavé se dirigió nuevamente al profeta Zacarías. Aquí la tienen.
«He tenido una visión esta noche: Había un hombre montado en un caballo rojo que estaba entre medio de los arrayanes, de raíces muy profundas. Lo seguían caballos rojos, alazanes, negros y blancos.» Yo entonces pregunté «¿Qué son éstos, Señor?»
Y el ángel que hablaba conmigo respondió: «Ya te diré quiénes son.»
Pero el hombre que estaba parado en medio de los arrayanes nos interrumpió: «Estos son los que Yavé envió para que recorrieran la tierra.»
Ellos, entonces, dirigiéndose al ángel de Yavé que estaba entre los arrayanes, le dijeron: «Acabamos de recorrer la tierra y hemos comprobado que se encuentra tranquila.»
El ángel de Yavé hizo, por su parte, esta pregunta: «Yavé de los Ejércitos, ¿hasta cuándo estarás sin compadecerte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, a las que has castigado durante setenta años?»
Yavé dio, entonces, al ángel que conversaba conmigo una respuesta muy esperanzadora.
Al oírla el ángel me ordenó: «Anúncialo a viva voz: Esto es lo que dice Yavé de los Ejércitos: Mi amor por Jerusalén y por Sión es tan grande que llega a ser celoso;
por eso estoy muy enojado con las naciones orgullosas; pues si bien yo estaba disgustado con Jerusalén, no era para que ellas llegaran a tanto.
Por esto, continúa Yavé, estoy volviendo a Jerusalén muy bien dispuesto; mi Templo será reconstruido, y de nuevo se usará la lienza para medir en Jerusalén - palabra de Yavé. Todavía te queda algo que anunciar:
En mis ciudades habrá abundancia de todo. Yavé tendrá una vez más piedad de Sión y volverá a hacer de Jerusalén su predilecta.»