Pobre de la ciudad de sangre, toda llena de mentira, de rapiña, de incesantes robos.
Chasquido de látigo, estrépito de ruedas, caballos que galopan, carros que saltan,
caballerías que avanzan, llamear de espadas, centellear de lanzas, multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres sin fin; se tropieza en los cadáveres.
Así paga sus muchas prostituciones la prostituta de encantadores atractivos, maestra en sortilegios, que engañaba a los pueblos con sus prostituciones y a las naciones con sus sortilegios.
Aquí estoy contra ti, palabra de Yavé Sebaot, voy a alzar tus faldas hasta tu cara; mostraré a las naciones tu desnudez, y verán los reinos tus vergüenzas.
Arrojaré inmundicias sobre ti, te deshonraré y te pondré como espectáculo
y todo el que te vea, huirá de ti. Dirán: «Asolada está Nínive, ¿quién tendrá piedad de ella? ¿Dónde buscar quien la consuele?»
¿Eres acaso tú mejor que No-Amón, la ciudad situada entre los ríos, rodeada de aguas, que tenía el mar por antemuro?
Etiopía y Egipto la defendían; su fuerza no tenía límite; Put y los libios venían en su ayuda.
También ella fue al destierro, partió al cautiverio; sus niños fueron estrellados en los cruces de las calles. Se echaron suertes sobre sus notables y todos sus grandes fueron cargados de cadenas.
También tú quedarás ebria, También tú buscarás un refugio contra el enemigo.
Tus fortalezas son como higueras cargadas de brevas: si se las sacude, caen en la boca de quien va a comerlas.
Mira a tus habitantes: son ahora como mujeres; las puertas de tu país están abiertas, y tus enemigos pueden entrar, el fuego ha devorado tus trancas.
Sácate agua para el asedio, refuerza tus fortalezas, métete en la arcilla, pisa el mortero, toma el molde para hacer ladrillos.
Aunque fueras numeroso como el pulgón, incontable como la langosta el fuego te consumirá, te exterminará la espada,
Habías multiplicado tus mercaderes más que las estrellas del cielo,
tus guardias, como langosta, y tus funcionarios como enjambres de insectos que se posan en los cercos en un día de frío. Sale el sol y se van, se despliegan los pulgones, se vuelan y nadie sabe dónde.
Dormidos están tus pastores, ¡oh rey de Asur! Duermen también tus capitanes, tu pueblo está disperso por los montes, y no hay quien lo reúna.
¡No hay remedio para tu herida, tu llaga es incurable! Todos los que oyen aplauden por tu ruina; pues, ¿sobre quién no pesó constantemente tu crueldad?