No crean en su compañero, ni confÃen en su amigo; cuÃdate de la que se acuesta contigo.
Porque ahora el hijo insulta a su padre, la hija se rebela contra su madre, la nuera contra su suegra, y cada cual tiene por enemigos las personas de su familia.
Mi enemiga, al verlo se sentirá avergonzada, pues decÃa: ¿Dónde se metió tu Dios? Mis ojos se recrearán viendo cómo es pisoteada, igual que el barro de las calles.
Ya llega el dÃa en que se reedificarán tus fortificaciones, el dÃa en que se ampliarán tus fronteras,
el dÃa en que vendrán a ti desde Asiria hasta Egipto, desde Tiro hasta el Eufrates, de uno a otro mar, de una a otra cordillera.
El paÃs se convertirá en un desierto por culpa de sus habitantes: esto será el fruto de sus maldades.
Haz que presenciemos tus prodigios como en los dÃas de la salida de Egipto.
Al verlo las naciones se sentirán derrotadas a pesar de todo su poderÃo; se taparán la boca con la mano y quedarán atontadas.
Morderán el polvo como la serpiente, como los reptiles que se arrastran por el suelo. Saldrán temblando de sus refugios, y en tu presencia se sentirán despavoridos y asustados.