Coré, hijo de Isar, hijo de Quehat, hijo de Leví y también Datán y Abirón, hijos de Eliab, y On, hijo de Pelet, de la tribu de Rubén,
se rebelaron contra Moisés. Les siguieron doscientos cincuenta israelitas, todos jefes de la comunidad, miembros del consejo y personajes conocidos.
Se amotinaron contra Moisés y Aarón y dijeron: "Basta ya, ¿acaso no están consagrados todos los miembros de la comunidad? ¿Y no está Yavé en medio de nosotros? ¿ Por qué entonces se creen ustedes superiores a la comunidad de Yavé?
Al oír eso, Moisés se echó de bruces al suelo.
Luego, dirigiéndose a Coré y a toda su banda, les dijo: "Mañana temprano Yavé dará a conocer quién es suyo y quién le está consagrado y puede acercarse a él. El mismo hará que se aproxime el que eligió.
Así que mañana tomen sus incensarios, tú Coré y toda tu banda; y al llegar ante Yavé les pondrán fuego y luego les echarán incienso. Aquel a quien Yavé designe, ése será el consagrado. ¡Se han pasado, hijos de Leví!
Moisés le dijo a Coré: "¡Oigen bien, hijos de Leví!
¿Les parece poco que el Dios de Israel los haya separado de la comunidad de los israelitas, y que los haya hecho acercarse a El para que sirvan en la Morada de Yavé y así aseguren el culto en nombre de la comunidad? Les permitió que se le acercaran a ti y a tus hermanos, los hijos de Leví, y ¿todavía reclaman el sacerdocio? Esto es el colmo, pues tú y tu banda se han amotinado contra Yavé. Y Aarón, ¿qué tienen en su contra para que murmuren de él?
Moisés mandó buscar a Datán y Abirón, hijos de Eliab. Pero ellos respondieron: "¡No iremos!
¿Te parece poco habernos sacado de una tiera que manaba leche y miel para hacernos morir en este desierto? ¿Y tú quieres hacer de jefe?
¿Piensas que nos trajiste a una tierra que mana leche y miel? ¡Si ni siquiera nos has dado campos ni viñas! ¿Crees que toda esa gente está ciega? ¡No iremos, pues!" Moisés se enojó mucho y dijo a Yavé: "No mires su ofrenda, no les he quitado nada, ni siquiera un burro, ni les he hecho daño a ninguno de ellos".
Moisés dijo a Coré: "Tú y toda tu banda preséntense mañana ante Yavé, junto con Aarón.
Que cada uno tome su incensario y le ponga incienso, luego cada uno hará sus incensaciones en presencia de Yavé (¡doscientos cincuenta incensarios!). Tú y Aarón tendrán cada uno su incensario".
Tomó pues cada uno su incensario, le puso fuego e incienso y se presentó a la entrada de la Tienda de las Citas, junto con Moisés y Aarón.
Como Coré sublevara a toda la comunidad contra ellos a la entrada de la Tienda de las Citas, se manifestó la Gloria de Yavé a toda la comunidad.
Entonces dijo Yavé a Moisés y Aarón: "Apártense de esta comunidad porque la voy a exterminar en todo el campamento.
Ellos se pusieron con el rostro en tierra y dijeron: "¡Oh Dios, Dios de los espíritus de todos los hombres! Si un solo hombre ha pecado, ¿vas a enojarte con toda la comunidad?"
Yavé le respondió a Moisés:
Díganle a la comunidad que se aleje de las tiendas de Coré, Datán y Abirón".
Moisés fue entonces donde Datán y Abirón; los ancianos de Israel lo siguieron.
Se dirigió a la comunidad: "¡Apártense de las tiendas de esos hombres perversos! No toquen nada de lo que les pertenece, porque si no van a morir debido a sus pecados".
Se apartaron entonces (de las tiendas de Coré, Datán y Abirón;) mientras tanto Datán y Abirón habían salido a la entrada de su tienda junto con sus mujeres, sus hijos y sus pequeñuelos.
Moisés dijo: "Ahora sabrán que Yavé me envió para que realice todos esos prodigios y que eso no viene de mí.
Si esos hombres mueren de muerte natural y corren la misma suerte que cualquiera, es señal de que Yavé no me envió.
Pero si Yavé hace un milagro, si la tierra se abre en un gran tramo para tragárselos junto con todo lo que tienen, si descienden vivos al Lugar de los muertos, entonces sabrán que esos hombres despreciaron a Yavé".
Aún no terminaba de hablar, cuando la tierra se abrió a sus pies.
Se abrió una garganta y se los tragó con toda su familia ( a todos los hombres de la banda de Coré) junto con todo lo que les pertenecía.
Bajaron vivos al Lugar de los muertos, junto con todos los que estaban con ellos. La tierra los tapó y desaparecieron de la vista de la comunidad.
Todos los israelitas que estaban en los alrededores salieron huyendo y decían: "¡No vaya a tragarnos también la tierra!"
Entonces brotó un fuego de Dios que devoró a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.