El pecado de Efraím y la malicia de Samaria han quedado de manifiesto, pues no actuaron con sinceridad. En la casa entra el ladrón, en los caminos asalta la pandilla.
Ellos no se fijan que tengo presente su maldad. Ahora mismo sus obras están delante de mí acusándolos.
Entusiasman al rey con su astucia, y a los cortesanos, con sus mentiras.
Todos están ardiendo de pasión, calientes como un horno que ha dejado encendido el panadero mientras amasa y espera que la masa se levante.
El día del rey los jefes se calientan y se embriagan, y él tiende su mano a los que se ríen
cuando se acercan. Pero sus corazones se van enardeciendo en su conspiración como un horno; toda la noche está en calma, pero a la mañana arde como una llama de fuego.
Todos se enardecen como un horno y devoran a sus gobernantes. Así han perecido todos sus reyes sin que ninguno de ellos me pidiera auxilios.
Efraím irá a ablandarse en tierra extranjera. Efraím es una tortilla que se ha quemado por un solo lado.
Los extranjeros consumen sus energías sin que se dé cuenta. Su cabeza está sembrada de canas y él no lo nota.
Su misma arrogancia condena a Israel, pero no se han vuelto a Yavé, su Dios, ni tratan, a pesar de todo, de buscarlo.
Efraím es como una paloma tonta y sin juicio, pues o bien llaman a Egipto, o bien parten a Asiria.
Pero adondequiera que vayan yo les pondré una trampa; los haré caer como a las aves del cielo, como una red los atraparé para su desgracia.
¡Ay de ellos que se han alejado de mí! ¡Que la desgracia se los lleve, porque me han traicionado! ¿Acaso debo liberarlos, después que me han sido infieles?
Se lamentan en sus lechos, pero no se acuerdan de invocarme sinceramente; se asustan porque les va a faltar el trigo o el vino, pero continuan alejados de mí.
Cuando les daba la fuerza, maquinaban contra mí.
Prefieren lo que es malo y son como un arco que no apunta. Sus jefes morirán acuchillados por haber proferido tantas injurias, y en Egipto se reirán de ellos.