Nosotros hemos pecado, hemos sido injustos y rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus leyes.
No escuchamos a tus siervos los profetas, que, en nombre tuyo, hablaban a nuestros reyes, a nuestros jefes, a nuestros padres y a todo el pueblo del paÃs
Y ahora, Señor, Dios nuestro, que con mano poderosa sacaste a tu pueblo de Egipto y te ganaste una fama que dura hasta el presente, nosotros hemos pecado, hemos sido malos.
Ahora, pues, oh Dios nuestro, escucha la plegaria y las súplicas de tu siervo, y, por amor de ti mismo, haz brillar tu rostro sobre tu santuario devastado.
Dios mÃo, inclina tus oÃdos y escucha. Abre tus ojos y mira cómo está arruinada la ciudad sobre la cual ha sido pronunciado tu Nombre. No nos apoyamos en nuestras buenas obras, sino que derramamos nuestras súplicas ante ti, confiados en tu gran misericordia
Señor, escucha; Señor, perdona; Señor, atiende. Obra, Dios mÃo, no tardes más, por amor de ti mismo, ya que tu Nombre ha sido invocado sobre tu ciudad y tu pueblo LLa profecÃa de las setenta semanas de año
En ese momento, Gabriel, aquel que habÃa visto al principio de la visión, se acercó a mÃ, volando,
y me habló asÃ: «Daniel, he venido ahora para instruirte.
Mientras estabas orando se pronunció una palabra y he venido a comunicártela porque Dios te ha elegido. Presta, pues, atención a esta palabra y entiende la visión
Setenta semanas están fijadas sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa para poner fin a la perversidad, para terminar con el pecado, para borrar la ofensa, para instaurar una justicia eterna, para que se cumplan visiones y profecÃas y sea ungido el SantÃsimo
Aquel prÃncipe impondrá su ley a gran parte del pueblo durante una semana. Durante la mitad de una semana hará cesar los sacrificios y las ofrendas. El devastador colocará el abominable Ãdolo en el Templo, hasta que la ruina decretada por Dios caiga sobre el devastador.