El Señor entregó en sus manos a JoaquÃn y gran parte de los vasos del templo de Dios y los trasladó a tierra de Senaar a la casa de sus dioses y los puso en el tesoro de sus dioses.
El rey dijo a Asfenaz, jefe de su personal, que trajera algunos israelitas de la descendencia de los reyes y de los nobles.
Estos debÃan ser sin ningún defecto; debÃan tener buena presencia y ser de buen juicio, bien instruidos y bien educados. PermanecerÃan en el palacio del rey, donde se les enseñarÃa la lengua y la escritura de los caldeos.
A los del palacio se les servÃan alimentos y bebidas que Daniel no querÃa tomar, por estar prohibidos por su ley. Pidió entonces permiso al jefe de los funcionarios del palacio para no comer estas cosas, que lo habrÃan manchado.
Dios hizo que Daniel lograra la simpatÃa de su jefe.
El sirviente aceptó y los puso a prueba durante diez dÃas.
Cumplido el plazo, vio que tenÃan mejor aspecto que todos los jóvenes que comÃan los alimentos del palacio.
Desde entonces, el sirviente retiraba la comida y el vino y les daba legumbres y agua.
A estos cuatro jóvenes, Dios les concedió sabidurÃa e inteligencia, tanto para las letras como para la filosofÃa. Lo que es Daniel, sabÃa explicar sueños y visiones.
Cumplido el plazo fijado por el rey para que le presentaran los jóvenes, el mayordomo los llevó ante Nabucodonosor.
El rey conversó con ellos, y entre ellos no se encontró ningún otro como Daniel, AnanÃas, Misael y AzarÃas. Por eso, quedaron al servicio del rey.
En cuantas cosas de sabidurÃa o de inteligencia les consultó el rey, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que habÃa en todo su reino.
Daniel se quedó allà hasta el año primero del rey Ciro.