"Hijo de hombre, pronuncia una lamentación referente a Tiro:
Le dirás a Tiro, la ciudad instalada a la salida de los mares, el gran mercado de los pueblos y de las innumerables islas: Palabra de Yavé..!. ¿No decías tú, Tiro: Soy perfectamente bella?
Tus fronteras estaban en alta mar y tus fundadores quisieron que fueras muy hermosa.
De los cipreses de Senir sacaron las planchas de tu casco, de un cedro del Líbano, tu mástil, y de las encinas de Basán, tus remos; tu puente era de cedro de las islas de Quitim, con incrustaciones de marfil.
Tus velas eran de lino de Egipto, y de lo mismo tu pabellón. Tus tinturas de púrpura y de escarlata venían de las islas de Elisha.
Los habitantes de Sidón y de Arvad eran tus remeros, pero los pilotos eran tus peritos;
los ancianos de Guebal ( ) reparaban tus averías ( ).
Gente de Persia, de Lud y de Put, llevando casco y escudo, formaban tus tropas y eran tu orgullo.
Los hijos de Arvad a tu servicio custodiaban tus fortificaciones; los Guemadianos hacían guardia en tus torres, sus escudos colgando de tus muros te daban color.
Tarsis te surtía de todo: a cambio de plata, hierro, estaño y plomo recibía tus mercaderías.
Yaván, Tubal y Mesac adquirían tus mercaderías a cambio de esclavos y objetos de bronce.
De Bet-Togorma venían los caballos para los carros y la caballería, y también las mulas.
Los hijos de Dan comerciaban contigo; las islas populosas estaban bajo tu control y te pagaban con colmillos de marfil y madera de ébano.
Edom pagaba tus numerosos productos con joyas, púrpura, telas finas, piedras preciosas, coral y rubíes.
Judá y la tierra de Israel te proporcionaba trigo de Minita, cera, aceite, perfume a cambio de tus mercaderías.
Damasco se aprovisionaba en ti, porque tenías de todo; te proveía de vino de Helbán y lana de Sadad.
La gente de Uzal llevaba a tus mercados hierro forjado, canela y caña.
Dedán te vendía cobertores para los camellos.
Hasta Arabia y los príncipes de Cedar se proveían en ti; te pagaban con corderos, carneros y chivos.
Los mercaderes de Cheba y de Rama te traían bálsamos finos, piedras preciosas y oro.
Harán, Cane y Edén, los mercaderes de Cheba y los Asirios, como también los de Media, venían a comerciar contigo: ricas vestimentas, mantos de púrpura, telas bordadas y tapices de colores, cuerdas bien trenzadas.
Los barcos de Tarsis aseguraban tu comercio. Partiste para ultramar, repleta, cargada hasta el tope,
tus remeros te llevaron a alta mar, y luego, en medio del mar, el viento del este te hizo volcar.
Y se hunden, en lo profundo del mar, tus riquezas, tus mercaderías y todo lo que transportas: marinos y marineros, carpinteros de a bordo, comerciantes, hombres de guerra y pasajeros: ¡es un naufragio!
Los gritos de tus marineros han llegado hasta la costa.
Todos los remeros se bajan de sus embarcaciones y los marinos se quedan en tierra.
No conversan más que de ti y lanzan gritos, se echan tierra en sus cabezas y se revuelcan en la ceniza.
Por ti se rapan la cabeza y se visten de sacos; muy afligidos, dejarán oír sus lamentos, una amarga lamentación.
Para ti han compuesto un canto fúnebre, y se lamentan: "¿Quién era igual a Tiro en medio de los mares?
Desembarcabas tus mercaderías y todos los pueblos se surtían. Tú y tus mercaderías hacían ricos a los reyes de la tierra.
Pero el mar te dio vuelta, te fuiste al fondo del mar; tu carga y todo tu mundo desaparecieron contigo.
Los habitantes de todas las islas están muy consternados, los reyes tiritan, su rostro se descompone.
Por doquier en el mundo entero, los mercaderes silban cuando hablan de ti, te has convertido en un ejemplo, no te verán más."