En ese momento vi que en la plataforma, por encima de los querubines, había una piedra de zafiro en forma de trono.
Desde allí dijo al hombre vestido de lino: "Pasa por debajo de las ruedas y toma entre tus manos carbones que dispersarás por la ciudad". El hombre fue allá, y yo lo observaba;
mientras se deslizaba, los querubines estaban de pie al lado sur y la nube cubría el patio interior.
La Gloria de Yavé se elevó por encima del querubín, en dirección a la puerta del Templo; la nube cubría la Casa y todo el patio quedó inundado del resplandor de la Gloria de Yavé.
El ruido de las alas de los querubines se oía hasta en el patio exterior, pues era tan fuerte que parecía la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.
Dio esta orden al hombre vestido de lino: "Saca fuego de entre medio de las ruedas y de los querubines". El hombre se aproximó y se puso al lado de la rueda.
El querubín extendió la mano hasta el fuego, sacó unas brasas y las depositó en la mano del hombre con traje de lino; éste las recibió y salió.
Vi entonces una especie de mano de hombre bajo las alas de los querubines.
Vi cuatro ruedas colocadas al lado de los querubines (había una rueda al lado de cada querubín) y las ruedas resplandecían como piedras preciosas.
Las cuatro ruedas tenían la misma forma: se podría decir que cada rueda estaba hecha de dos ruedas entrecruzadas.
Podían pues ir sin volverse a los cuatro puntos cardinales, iban sin darse vuelta en la misma dirección hacia donde miraba la cara del querubín.
Las llantas de las cuatro ruedas estaban llenas de ojos por todo el derredor.
Oí entonces que a esas ruedas les daban el nombre de "torbellino".
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Cuando los querubines avanzaban, las ruedas avanzaban con ellos; cuando los querubines desplegaban sus alas para elevarse desde la tierra, las ruedas no dejaban de acompañarlos.
Cuando los querubines se detenían, las ruedas se detenían junto con ellos, porque el espíritu de estos seres estaba en ellas.
La Gloria de Yavé salió de la Casa y se detuvo encima de los querubines.
Ante mi vista, los querubines abrieron sus alas para elevarse desde la tierra, y salieron acompañados por las ruedas; se detuvieron a la entrada de la puerta oriental del Templo de Yavé, con la Gloria del Dios de Israel que descansaba sobre ellos.
Eran los mismos seres que había visto debajo del Dios de Israel junto al río Quebar, y reconocí que eran querubines.
Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y se veían como manos debajo de sus alas.
Sus caras, eran tales como las había visto junto al río Quebar. Y se desplazaban según la dirección de sus caras.