En ese momento vi que en la plataforma, por encima de los querubines, habÃa una piedra de zafiro en forma de trono.
Desde allà dijo al hombre vestido de lino: "Pasa por debajo de las ruedas y toma entre tus manos carbones que dispersarás por la ciudad". El hombre fue allá, y yo lo observaba;
mientras se deslizaba, los querubines estaban de pie al lado sur y la nube cubrÃa el patio interior.
El ruido de las alas de los querubines se oÃa hasta en el patio exterior, pues era tan fuerte que parecÃa la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.
Dio esta orden al hombre vestido de lino: "Saca fuego de entre medio de las ruedas y de los querubines". El hombre se aproximó y se puso al lado de la rueda.
Vi entonces una especie de mano de hombre bajo las alas de los querubines.
Vi cuatro ruedas colocadas al lado de los querubines (habÃa una rueda al lado de cada querubÃn) y las ruedas resplandecÃan como piedras preciosas.
Las cuatro ruedas tenÃan la misma forma: se podrÃa decir que cada rueda estaba hecha de dos ruedas entrecruzadas.
PodÃan pues ir sin volverse a los cuatro puntos cardinales, iban sin darse vuelta en la misma dirección hacia donde miraba la cara del querubÃn.
Las llantas de las cuatro ruedas estaban llenas de ojos por todo el derredor.
OÃ entonces que a esas ruedas les daban el nombre de "torbellino".
#
#
Cuando los querubines avanzaban, las ruedas avanzaban con ellos; cuando los querubines desplegaban sus alas para elevarse desde la tierra, las ruedas no dejaban de acompañarlos.
Cuando los querubines se detenÃan, las ruedas se detenÃan junto con ellos, porque el espÃritu de estos seres estaba en ellas.