Ella misma es el libro de los mandamientos, y la Ley de Dios que permanece para siempre. Todos los que la conservan alcanzarán la vida; pero los que la abandonan, morirán.
Vuelve, Jacob, y abrázala ccamina hacia la gloria a la claridad de su luz
No cambies por la de otro puebl lla sabiduría que sólo tú tienes
¡Felices somos, Israel ppues sabemos nosotros lo que gusta al Señor!
Valor, pueblo mío, tú que conservas el nombre de Israel.
Fuiste vendido a las naciones, pero no para tu destrucción. Por haber provocado la cólera de Dios fuiste entregado a tus enemigos.
porque irritaste a tu Creador ofreciendo sacrificios a los demonios y no a Dios.
olvidaste al Dios eterno que te crió, llenaste de tristeza también a Jerusalén, tu nodriza.
La ciudad santa vio caer la cólera de Dios sobre ustedes, y dijo: Ciudades vecinas de Sión, escuchen, Dios me ha mandado un gran dolor.
He visto el cautiverio de mis hijos y de mis hijas, a que los llevó el Eterno.
Yo los había criado con gozo; con llanto y tristeza los vi partir.
Que nadie goce en verme viuda y abandonada por tantos; sufrí la soledad por los pecados de mis hijos, porque se apartaron de la Ley de Dios.
Desconocieron sus preceptos, no caminaron por los caminos de sus mandamientos, ni han seguido los senderos de disciplina de su verdad.
Vengan las ciudades vecinas de Sión y recuerden el cautiverio de mis hijos e hijas a que el Eterno los llevó.
Porque él hizo venir contra ellos una nación lejana, prepotente, de lengua desconocida.
No respetaron al anciano ni tuvieron piedad de los niños; se llevaron al hijo único de la viuda, le quitaron sus hijas y la dejaron sola.
Y ahora, hijos míos, ¿cómo puedo ayudarlos?
El que les mandó estas calamidades los arrancará de manos de sus enemigos.
Vamos, hijos míos, sigan su camino. Yo me quedo abandonada y solitaria.
Me saqué el manto de paz y me vestí del saco de penitencia; quiero clamar hacia el Eterno mientras viva.
Valor, hijos míos, clamé hacia Dios; él los librará de la violencia de sus enemigos.
Sí, yo esperaba que el Eterno les vendría a salvar y el Santo me ha consolado; me alegro por la misericordia que pronto les mostrará.
Porque con lágrimas y duelo los vi partir, pero Dios me los devolverá, tendré gozo y alegría para siempre.
Y así como sus vecinos los han visto cautivos, así pronto verán la salvación que llega de parte de Dios cuando se manifieste la gloria inmensa y el esplendor del Eterno.
Hijos míos, soporten con paciencia el castigo que Dios les ha mandado. Tu enemigo te ha perseguido, pero pronto verás su ruina y pondrás tu pie sobre su cuello.
Mis hijos predilectos caminaron por difíciles senderos, arrebatados como un rebaño robado por el enemigo.
Valor, hijos míos, clamen a Dios; él, que los desterró, se acordará de ustedes.
Así como ustedes se alejaron de Dios, vuelvan ahora a él y búsquenlo con redoblado amor.
Pues él, que les envió estas calamidades, les traerá la salvación y la dicha perpetua.
Jerusalén, ten valor. El que te dio tu nombre te consolará.
¡Malditos sean los que te maltrataron y se alegraron de tu caída!
¡Malditas sean las ciudades en que tus hijos fueron esclavos! Maldición a la ciudad que los cautivó
y se alegró de tu caída y estuvo feliz con tu ruina, porque se verá afligida a su vez y destruida.
Yo le quitaré su alegría de ciudad muy populosa, su orgullo se cambiará en duelo.
Por largos días caerá fuego sobre ella de parte del Eterno, será por mucho tiempo morada de demonios.
Jerusalén, mira al oriente y contempla la alegría que te viene de Dios.
Vuelven, están aquí los hijos que viste partir; vuelven reunidos de oriente y occidente a la voz del Santo, gozosos de la gloria de Dios.