¡Den media vuelta y huyan, escóndanse bien, habitantes de Dedán Porque voy a dejar caer la ruina sobre Esaú, en el momento de su castigo!
Si llegan vendimiadores a tu casa, no van a dejar un solo pampanito; si son ladrones nocturnos, saquearán todo lo que encuentren.
Pues yo soy el que asalto a Esaú, y descubro sus escondites, para que ya no pueda esconderlos. ¡Su raza ha sido destruida, ya no existe! No hay nadie de entre sus vecinos que diga:
Con el estruendo de su caÃda temblará la tierra, y el eco se oirá hasta en el mar Rojo.
Miren al águila que se eleva y que da sus vueltas: ¡ha extendido sus alas sobre Bosra! Aquel dÃa, el corazón de los valientes de Edom será como el corazón de una mujer que da a luz.
Sobre Damasco. Jamat y Arfad están preocupadas porque recibieron una mala noticia. Se les para el corazón de espanto y no pueden tranquilizarse.
Damasco, acobardado, se dispone a huir, el terror la invade.
¿Cómo es que está abandonada la ciudad famosa, la ciudad alegre?
Les quitarán sus carpas y sus rebaños, sus toldos y todo su bagaje, y les arrebatarán sus camellos. Gritarán encima de ellos: «Susto por todas partes.»